La salida del HSBC de Argentina —con su venta al local Grupo Galicia—, segundo gran banco tras el brasileño Itaú —vendido a su vez al Banco Macro—, al anunciar su retiro de ese mercado en los últimos seis meses, deja traslucir la situación del sistema financiero austral. Algunos factores de contexto son, por ejemplo, de 2023, cuando la inflación cerró en 211 % (la mayor del mundo, por encima de Venezuela), la moneda perdió 78 % de su valor y el sistema debe manejar al menos 10 tipos de cambio distintos, una situación que, según los analistas, se prolongará a lo largo de este año.
Si bien la situación es vista por algunos como una señal crítica, para otros esto es solo un proceso de transición que traerá oportunidades tanto para la banca internacional como para los operadores locales.
Esta crisis incluso podría implicar el reacomodo general del sistema bancario argentino, representando una ventaja para los grupos nacionales emergentes y para las empresas fintech, cuyo protagonismo en el quehacer cotidiano ha florecido en los últimos años, con una contundencia que envidian sus pares tradicionales.
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Un escenario complicado
Mantener operaciones en un país sumido nuevamente en una profunda crisis económica no es buen negocio para la banca, independientemente de su tamaño. Y la crisis de Argentina aún tardará en solucionarse.
Enfocada por mucho tiempo en subsanar las urgencias financieras del gobierno central antes que atender las necesidades crediticias para el desarrollo del país, la banca argentina fue perdiendo peso en el quehacer de la economía real y, por ende, en la generación de riqueza, situación que más temprano que tarde terminaría de dejarla atrapada en un callejón con pocas opciones de salida.
“Desafortunadamente, el negocio bancario no ha podido servir como motor del crecimiento. Han sido varios años de tasas reguladas, con tasas máximas para los préstamos y tasas mínimas para los depósitos, y eso hizo que para los bancos fuera mucho más fácil y rentable invertir en un bono del Tesoro Nacional que hacer préstamos con fines productivos o de consumo”, afirma Marcelo Etchebarne, managing partner en DLA Piper Argentina.
Por solo mostrar una arista del problema: en 2018 los créditos al sector privado representaban el 50 % de los activos de la banca —un porcentaje bastante bajo para los estándares internacionales—. En 2024 ese porcentaje apenas alcanza a 16 %.
Del mismo modo, si cinco años atrás el sector público absorbía 30 % de los créditos otorgados por la banca, hoy ese porcentaje supera el 70 %, comprometiendo buena parte de su patrimonio.
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La salida
El bancario siempre será un negocio riesgoso, pero cuando las condiciones del país y las reglas impuestas por los gobiernos maximizan ese riesgo, la permanencia de los grandes grupos financieros en esa nación se pone en entredicho.
Etchebarne cree que una posible explicación a la salida de bancos como Itaú y HSBC de Argentina implica tomar en cuenta los cambios regulatorios hechos para que los bancos pudieran integrar más encaje a través de títulos públicos, provocando así que el sistema se fuera convirtiendo en un acreedor importante del sector público, con una alta exposición al riesgo soberano, poco agradable a los intereses de las casas matrices.
Agrega a ello la caída del negocio de la intermediación financiera en términos de captación de depósitos y otorgamiento de préstamos, recordando que las tenencias localizadas en pasivos remunerados del Banco Central (BCRA) se están licuando, como consecuencia de tasas reales negativas, provocando una reducción sostenida del spread bancario.
Aun cuando asegura que cada caso tiene sus particularidades, José Martínez de Hoz, socio del despacho Martínez de Hoz & Rueda, es más dado a tomar en cuenta las estrategias de los grandes grupos financieros mundiales como razón de peso a la hora de explicar el retiro de estos bancos del país.
“Los bancos internacionales que se han retirado recientemente de la Argentina también lo han hecho total o parcialmente en otros países”, dice.
En efecto, HSBC ha expresado que su salida obedece a un plan global con miras a enfocarse en mercados y segmentos de mayor valor. Es así como en América solo mantendrá presencia en México y Estados Unidos, luego de haberse deshecho de su filial canadiense.
Además, la situación de la sede argentina era ya prácticamente insostenible. Con su salida, la casa matriz británica aliviará de sus cuentas un saldo rojo por 4.900 millones de dólares en pérdidas cambiarias acumuladas tras meses de devaluación del peso argentino.
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El reacomodo
Para Martínez de Hoz, la banca argentina está en un momento de transición y de oportunidad. Asegura que, de ser el mercado más atomizado de Latinoamérica, busca su consolidación y crecimiento sustentado en las expectativas positivas despertadas por la promesa gubernamental de mayor equilibrio fiscal, estabilidad cambiaria y la eliminación del cepo bancario, con lo que se espera un incremento significativo del crédito, principalmente orientado al sector privado y a operaciones de comercio exterior.
Consultado sobre la posibilidad de otros retiros de bancos del mercado argentino, Marcelo Etchebarne opina que todo dependerá de la evolución de la economía local, estimando que los incentivos negativos cesarán en el mediano plazo si regresa el crédito, el aumento de la demanda genuina de pesos, lo que a su vez incrementa los agregados monetarios y, por ende, la demanda de crédito sube con el repunte de los depósitos en pesos.
“El sistema bancario argentino tiene un enorme potencial que todavía no ha desplegado” dice, expresando su confianza en que la inflación se estabilizará entre 2 % y 3 % mensual en algunos meses, que el superávit primario y financiero es sustentable y no cambiará por varios años y que la economía comenzará a recuperarse en el segundo semestre de este año.
Si bien ambos especialistas estiman que la economía argentina requiere del concurso de la banca internacional para su avance, ven en la actual crisis una oportunidad para el crecimiento y fortalecimiento de la banca local e, incluso, para su revalorización.
“Si el presidente (Javier) Milei cumple con su promesa de dolarizar la economía o implementar un sistema bimonetario, creo que el valor de los bancos aumentará exponencialmente en dólares”, sostiene Etchebarne.
“El crecimiento de los bancos va de la mano con que las reformas que impulsa el nuevo gobierno argentino tengan éxito. Ojalá se dé el mejor de los mundos”, acota al respecto Martínez de Hoz.
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La revolución fintech
El avance de las finanzas digitales es innegable. Impulsado durante la pandemia, el mundo fintech demuestra cada día que sus potencialidades apenas están emergiendo y, aunque en un principio la carta de entrada ha sido la inclusión financiera, la transformación hacia formas más avanzadas se viene consolidando.
Argentina no escapa de esta realidad. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, para 2022 (última cifra disponible) existían en suelo austral 276 fintech, 11 % de las existentes en América Latina, ubicando al país en el tercer puesto, junto con Colombia, en el ranking de naciones con mayor presencia de este tipo de empresas en la región. En febrero pasado, la Cámara Argentina Fintech (CAF), aseguró que agremia 330 empresas.
El mayor despunte se observa como facilitadoras de capital de trabajo, cobertura de gastos corrientes o préstamos al consumo de corto plazo y bajos montos.
Una encuesta realizada por la consultora Kantar, dada a conocer a principios de enero de este año, reveló que el 58 % de los argentinos realiza transacciones a través de billeteras digitales, ubicándose como el segundo medio de pago preferido, solo detrás de las tarjetas de débito.
Sin embargo, en el segmento de la intermediación crediticia de mediano y largo alcance, así como en préstamos para proyectos de inversión, su alcance es bajo con respecto al sistema tradicional. Al menos, por ahora.
“Depende mucho de los cambios regulatorios que vayan surgiendo en el futuro”, dice Marcelo Etchebarne.
También está ligado al desarrollo de una industria que no deja de aprovechar oportunidades. Y muestra de ello es Ualá, una fintech local que justo apunta al nicho de inversiones como su foco de acción inmediata, ofreciendo acceso a un portafolio que incluye, entre otros, Fondo Común de Inversión (FCI) Money Market, Dólar MEP, CEDEARs y acciones, a lo que suman préstamos para comercios y cuotas a través UaláScore.
En pocas palabras: a las puertas está una transformación del manejo financiero, no solo relacionado con las dificultades que enfrenta el negocio tradicional, sino con la irrupción de la economía digital como nuevo eje de la economía.
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