Harry Potter y la propiedad intelectual en el cine y la literatura ¿un límite para los fans?

Harry Potter se ha convertido en un modo de vida para muchos. / Tomada de la cuenta oficial en Instagram de Harry Potter (@harrypotterfilm).
Harry Potter se ha convertido en un modo de vida para muchos. / Tomada de la cuenta oficial en Instagram de Harry Potter (@harrypotterfilm).
EUIPO: Hay más de 60 marcas registradas, lo que la hace una de las más protegidas en PI
Fecha de publicación: 27/07/2022

Hace unos pocos días, la Major League Quidditch y el US Quidditch anunciaron que cambiarán el nombre oficial del deporte que practican a Quadball. Es decir, ahora se llamarán la Major League Quadball y el US Quadball. 

Quidditch en la vida real / H.ludens, Flickr.
Quidditch en la vida real / H.ludens, Flickr.

Hay dos motivos detrás de este anuncio: no tienen derecho de uso para la marca quidditch (en referencia al quidditch de Harry Potter, registrada por Warner Bros WB) y quieren desmarcarse de J.K. Rowling, creadora del deporte y el universo de Harry Potter, por su postura antitransgénero.

La historia de Harry Potter, “el niño que vivió”, es una de las más protegidas en materia de propiedad intelectual.

Una búsqueda rápida en internet demuestra en segundos la importancia que ha tenido para WB el manejo absoluto de la saga con un niño mágico y un destino extraordinario, el más importante después de Star Wars.

El conglomerado mediático ha registrado, por su cuenta, marcas como el logo y el nombre de Gryffindor, las palabras muggle, howler, dementor, crookshanks y quidditch; la frase oculus reparo; los nombres Lord Voldemort, The Wizarding World Of Harry Potter, Hogwarts, Hedwig, Chamber of Secrets, Draco Malfoy, Albus Dumbledore, Daily Prophet, Ravenclaw, Hermione Granger, The Philosopher's Stone y Harry Potter And The Cursed Child y, por supuesto, Harry Potter.


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De acuerdo con la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), en el continente existen más de 60 marcas de la saga registradas que incluyen todo el universo potteriano: sus hechizos, personajes, deportes, escuelas, casas y hasta las direcciones (como la plataforma Hogwarts Express 93/4). Haber “olido” el negocio y registrado a tiempo las marcas la primera novela de HP se publicó en 1997 y WB hizo su primera petición de registro en 1999 es lo que le ha dado ventaja a la empresa para amasar una enorme fortuna, con la que podrían abrir rápidamente una cuenta en Gringotts.

Esa fortuna responde, en gran parte, a la cesión de sus licencias a compañías como Hasbro y Mattel así como a administradores de parques temáticos. Según la EUIPO, los acuerdos de licencia son flexibles, ya que le permiten licenciar cuanto de su IP desee.

WB también ha registrado los diseños de los escudos y todo cuanto puede distinguirse en las películas. Las ganancias también crecen con la venta de relojes, joyas, anillos, llaveros, ropa y útiles escolares, entre otros objetos.

Claro está, a WB se une la “madre” del niño, J.K. Rowling, quien al ser la autora intelectual de la historia y la creadora del universo HP cobra regalías por todo lo que su creación produce adicionalmente, como el videojuego Hogwarts Legacy, en cuya creación Rowling no participa directamente pero del que recibirá ganancias.


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Imitaciones / piratería

En vista de que Harry Potter se enfrentó a diversas imitaciones e infracciones de sus derechos de autor, como los libros chinos “Harry Potter y el gran embudo” o “Harry Potter y el Dragón Leopardo”, con menciones a J.K. Rowling, o a la publicación de sus libros en páginas web dedicadas a la piratería, es más que comprensible el celo con el que la autora y el estudio de cine protegen al niño mago.

Su éxito ha gestado plagios (algunos los llamarían “parodias”) como los libros de Tanya Grotter, escritos por el ruso Dmitry Yemets, que narran las aventuras de Grotter, un mago adolescente que estudia en el Colegio Abracadabra.

Tanto para combatir la piratería de sus libros como para evitar la edición de Tanya Grotter fuera de Rusia, los abogados de Rowling han trabajado horas extra. La versión rusa de Harry Potter es defendida por su creador como una parodia, lo que según las leyes es permitido por el fair use de los derechos de autor, por esta razón el mago soviético ha amasado, sin oposición, una enorme cantidad de seguidores en el país europeo.

Acusaciones de plagio

Irónicamente, la propia escritora británica ha enfrentado acusaciones de plagio. Conocida es la demanda que Max Markson, abogado del fideicomisario de la herencia de Adrian Jacobs, llevó contra ella, cuando la acusó de haber copiado pasajes enteros de su libro “Willy El Brujo” para introducirlas en “Harry Potter y el cáliz de fuego”. En el documento introducido en la corte contra Bloomsbury Publishing, la editorial de Harry Potter, se nombró a Rowling. Los demandantes aspiraban a obtener una victoria sobre ella, la editorial, los administradores de los parques temáticos y las películas.

El caso fue desestimado por una jueza de Nueva York (cortes británicas también llevaron el caso), quien consideró que había suficientes diferencias entre ambos libros, por lo tanto, no existía la posibilidad de que ambos fuese confundidos.

“El contraste entre el concepto en su conjunto y la sensación que dejan ambas obras es tan claro que cualquier comparación seria resultaría difícil de creer”, dijo en su momento la jueza.

La acusación no hubiese avanzado tanto si no fuese porque Christopher Little, el agente literario de Rowling en Bloomsbury, también había recibido años antes el manuscrito de Jacobs.

Control de la historia

Dejando las acusaciones de lado, la escritora ha tenido éxito económico gracias al sistema de protección internacional en PI, asegurados por Bloomsbury Publishing (Reino Unido) y Scholastic Inc. (EE.UU.), que se arrogaron los derechos de publicación impresa. 

Warner Bros posee los derechos cinematográficos y Rowling mantiene control sobre la publicación digital de sus historias y otros derechos universales, por medio de la compañía Pottermore Limited, además de control creativo sobre las adaptaciones a la gran pantalla de WB.

“El rígido control que la Sra. Rowling mantuvo sobre sus obras es un ejemplo útil para todos los creadores. Destaca el margen de maniobra existente para crear nuevas asociaciones estratégicas con los protagonistas del sector tradicional de la industria, así como las enormes ganancias que pueden obtener los creadores gracias a una gestión eficaz e inteligente de sus derechos de P.I.”, escribieron en su momento los especialistas María Alejandra López y Rodolfo Rivas Rea.


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La celosa custodia que Rowling y WB hacen de la historia del mago adolescente ha llevado a frenar intentos editoriales paralelos de otros autores, como “The Harry Potter Lexicon”, escrito en una página web por el fanático Steve Vander Ark y que sería impreso y publicado por RDR Books, editorial independiente estadounidense.

Esta enciclopedia recopilaba una serie de definiciones complementarias al trabajo de Rowling. En su batalla, la autora acusó a Vander Ark de plagio, entretanto, el enciclopedista sostuvo que el lexicon no era más que una obra para celebrar su fanatismo y que, en su defensa, el compendio se había hecho bajo el fair use.

Para Rowling, “no es razonable, ni legal, que ninguna persona o fanático tome la obra de un autor, reorganice los personajes y tramas y la venda para su propio beneficio comercial. Por mucho que alguien diga admirar la obra de un autor no tiene derecho a vender dicha obra”.

Protección y defensa de las creaciones

La ferocidad con la que Rowling defiende su obra es comprensible para el cineasta y guionista venezolano Carlos Chirivella, quien explica que “hay autores más celosos que otros y yo soy de los primeros. Es muy importante para mí conservar los derechos de mis obras escritas, al menos las que llevan mi nombre. No solo guiones cinematográficos que llevan mucho esfuerzo en su construcción, sino también guiones publicitarios y de series documentales para televisión”.

Chirivella, avezado en el sistema de registro intelectual de Venezuela y en la realización audiovisual, resalta que son comunes los casos de obras terminadas que han perdido derechos por falta de experiencia de sus autores cuando las comercializan en el mercado internacional.

“La romantización del oficio del escritor o artista no existe”, precisa, “muchos estamos atentos y conocemos nuestros derechos, pero otros autores, tal vez movidos por la ansiedad de 'mostrar' su obra, ignoran los procesos legales y de derechos que al final del día acaban protegiéndolos”, por lo que, la posición de Rowling y cualquier otro autor es la correcta, desde su punto de vista. “Aunque sigue siendo un trabajo engorroso que uno a veces duda en hacer, en mi caso (registrar la obra) ya forma parte de los pasos posteriores al considerar una obra como terminada”.

En su momento (esta demanda es de 2008), tanto Vander Ark como RDR Books alegaron que la recopilación infringía los derechos de autor de su escritora y WB. El juez Robert Patterson, quien llevó el caso en el Tribunal de Distrito de EE.UU. para el Distrito Sur de Nueva York, dijo que la enciclopedia no calificaba para su protección bajo el “uso justo” de la ley estadounidense de derechos de autor. El fallo del juez expuso que “el carácter transformador del Lexicon se ve disminuido y, sin embargo, el uso del Lexicon de las obras originales de Harry Potter no es consistentemente transformador”.

El lexicón del bibliotecario así como clubes deportivos como la Major League Quadball generan cuestiones sobre cuánto puede la fanaticada apropiarse de una historia.

Harry Potter es un fenómeno de masas desde que se publicó, sus libros fueron la puerta de entrada a la lectura de las generaciones más jóvenes que se han adueñado de la saga mágica para crear por sí mismos todo un universo adicional al recreado por Rowling, Bloomsbury y Warner.

El debate entre fanáticos y creadores ni siquiera se centra en los argumentos legales (bastante simples per se: la autoría es de quien concibe y escribe una historia) sino en cuánta libertad puede tener el público para transformar y hacer obras derivadas.

Con Harry Potter ocurre algo particular y es que se ha convertido en un modo de vida para muchos, que si bien no niega la autoría de Rowling ni sus derechos fundamentales, se ha convertido en un quebradero de cabeza para la autora (quien acusó a Vander Ark de haberla distraído de la escritura) y los ejecutivos de WB, especialmente porque el proceso creativo no es unidireccional, razón por la que existen obras derivadas de otras, que en el caso de HP son perseguidas por la británica y el conglomerado de medios, quienes alegan que si bien es aceptable “adueñarse” de la historia no lo es sacarle provecho económico.

Según Anthony Falzone, director ejecutivo del Proyecto de Uso Justo de la Facultad de Leyes de Stanford, “si no se pudieran hacer obras derivadas o de transformación de las originales, una parte importante de nuestra cultura, antes y después de la era digital, se limitaría. Las creaciones de los seguidores, la fan culture, han sido un motor de promoción inagotable para La Guerra de las Galaxias, Matrix y tantas más. Sin ella movimientos como el anime no existirían, como tampoco Disney y la difusión de los cuentos clásicos en dibujos animados”.

Entonces, permanece la cuestión sobre una de las obras con mayor protección en PI del mundo: ¿Cuánto es de Rowling, WB y las editoriales y cuánto de los fanáticos? En la ley, todo es de quienes tienen la autoría y los registros, en la práctica de todos, particularmente de quienes añaden ideas y expanden los universos.

¿Qué tanto el empeño de las compañías y la autora por proteger sus activos (válidos ante la ley) ha expulsado a fanáticos y ha limitado nuevas formas de entender la historia a través de obras nuevas que quizá podrían ampararse en el fair use? 

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