¿Cómo enfrentará Donald Trump los compromisos de la Presidencia para manejar la deuda pública?

El déficit fiscal de EE. UU. alcanzó este 2024 su nivel histórico más alto./ Unsplash, History in HD.
El déficit fiscal de EE. UU. alcanzó este 2024 su nivel histórico más alto./ Unsplash, History in HD.
El servicio de la deuda ha demandado en el último año un presupuesto mayor que el de defensa.
Fecha de publicación: 06/11/2024

Con una contundente victoria que deja claro el descontento de los electores estadounidenses con la administración demócrata de Joe Biden, Donald Trump regresa a la Casa Blanca para un nuevo mandato que vendrá cargado de desafíos, especialmente en los planos económico e internacional, lo que seguramente demandará del controvertido líder republicano moderar algunas de sus radicales posturas.

Serán muchos los retos en materia económica que deberá enfrentar Trump, entre ellos mantener bajo control la inflación, bajar el costo de la vida y de la vivienda, mejorar los salarios y diseñar estrategias que contrasten con el avasallante impulso de China en el comercio internacional. Sin embargo, quizás uno de los temas que vaya a requerir de su mayor ecuanimidad sea el manejo de las finanzas nacionales, tensionadas por los crecientes compromisos del gobierno federal.  

Con una deuda que oscila en alrededor del 122 % del PIB y un déficit fiscal que no para de crecer, los analistas coinciden en señalar que la estabilidad financiera de la mayor economía del mundo podría estar en riesgo en el mediano plazo, debido a la creciente cantidad de recursos necesarios para cancelar las obligaciones contraídas, pues ello reduce las posibilidad de invertir en producción y, posiblemente, pudiera llegar a reducir los fondos para la atención social, algo que sería contraproducente si se piensa en la reelección.

 


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Con mejores perspectivas

Según los últimos datos, la buena salud parece haber retornado a la economía estadounidense. Luego de meses de incertidumbre, las cifras oficiales reflejan que la estrategia aplicada por la Reserva Federal (Fed) para lograr un “aterrizaje suave” luego de la turbulencia post pandémica ha dado los resultados esperados, tomando en cuenta que el producto interno bruto ajustado por inflación subió 2,8 % en el tercer trimestre, luego de haber subido 3 % en el trimestre previo.  

Del mismo modo, la inflación subyacente de 2,2 %, registrada en septiembre, se mantuvo acorde con las estimaciones de la Fed, mientras que un aumento del gasto privado de 3,7 % impulsado por el alza de la demanda interna, hace presumir de un cierre de año con números positivos, tomando en cuenta que es la temporada de mayor consumo.

No obstante, el 1 de enero la situación comenzará a calentarse, pues ese día expira el plazo otorgado por el Congreso para suspender el límite del endeudamiento, lo que se conoce como “el techo de la deuda”, una especie de parche que los legisladores han venido aplicando in extremis como paliativo al deficitario presupuesto para evitar el “cierre” del gobierno.

Esto significa que, apenas se reanuden las actividades tras el asueto de fin de año, el Congreso —cuyas dos cámaras son de mayoría republicana— deberá decidir qué hacer con el endeudamiento, dándose por descontado que Donald Trump se inmiscuirá en las discusiones.

Tomando en cuenta la historia reciente, es un hecho que el Congreso aumentará el tope de endeudamiento, como lo hizo en tres ocasiones consecutivas durante la anterior presidencia de Trump, cuando incluso se llegó a un acuerdo para suspenderlo por dos años. Y con un Congreso a su favor, el mandatario no tendrá problemas para conseguir los recursos que desee.  


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De disciplina, poco

Considerada por muchos analistas como una norma obtusa y obsoleta, el techo de la deuda es la cantidad máxima que el Departamento del Tesoro estadounidense puede tomar en préstamo a través de la emisión de bonos con autorización del Congreso, pero de ninguna manera significa que el gobierno federal puede incurrir en nuevo gasto público. En otras palabras, es una medida que permite al gobierno tomar un endeudamiento mayor al previsto en el presupuesto, pero garantizando cierta disciplina fiscal.

Y es aquí, en poner disciplina fiscal y reducir los gastos, donde comienzan los problemas, pues con tantos compromisos adquiridos, es poco probable que el gobierno federal se pueda ajustar a un riguroso manejo de las finanzas.

“Sin posibilidad de extrapolar, el caso tiene algunas similitudes con el de México, que presentó durante 2024 su máximo déficit fiscal de los últimos 35 años. La promesa de regresar a la disciplina fiscal se ve muy comprometida por la cantidad de programas sociales y proyectos insignia en juego”, afirma Ramsé Gutiérrez, vicepresidente senior en la inversora global Franklin Templeton México.

La opinión del codirector de inversiones de la firma estadounidense coincide con la de muchos analistas, en torno al previsible aumento de la deuda nacional, algo que, si bien servirá para impulsar la economía, también elevará la carga del servicio, razón por la cual algunos temen un deterioro de la calidad crediticia en el mediano plazo.


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Un país endeudado

Estados Unidos es por mucho uno de los países más endeudados del mundo. En 2021, para hacer frente a los embates de la pandemia, su deuda pública escaló hasta el 126,3 % de su PIB, porcentaje que descendió a 122,3 % en 2023. Esto marcó un hito histórico, pues el nivel más alto había tenido lugar en 1946 a raíz de la segunda guerra mundial, cuando alcanzó 118,9 %.

Para el año fiscal 2024, las estimaciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) es que el indicador oscile alrededor de 122 % del PIB. En números redondos, a finales de septiembre pasado, la deuda global del gigante norteamericano ascendía a 35,3 billones de dólares, según datos del Departamento del Tesoro. 

Si bien durante su discurso de postulación en la Convención Republicana Donald Trump prometió que su gobierno comenzaría a pagar la deuda, esto parece poco probable en virtud del tamaño del déficit y los compromisos existentes.

Además, cálculos de analistas de distintas tendencias estiman que el gobierno de Trump elevaría la deuda en 7,5 billones de dólares (más del doble de un descartado gobierno de Kamala Harris), lo que ayudará a incrementar las tensiones por dos aspectos: que la nación deberá destinar más dinero al pago de deuda, y que el déficit puede seguir ensanchándose.

En cuanto a lo primero, EE. UU. cancela al año cerca de un billón de dólares solamente en pago de intereses; es decir, un 17 % del presupuesto federal para el año fiscal que culminó en septiembre, mucho más que el presupuesto en defensa. Según las proyecciones de CBO, ese monto se disparará a 1,52 billones de dólares para 2033.

Y mientras más dinero sea necesario para cancelar intereses de deuda, habrá menos recursos para inversión productiva, la vía más expedita y segura a largo plazo para reducir déficit y evitar más endeudamiento.

 

Por otra parte, ¿hay peligro de que Washington entre en impago? Los analistas descartan esa posibilidad, en buena medida por las consecuencias que ello dejaría en la propia economía y a escala mundial, tomando en cuenta que los bonos estadounidenses son el marcador referencial por excelencia para los papeles globales, además de representar la más sólida y confiable inversión en todo el planeta. De hecho, el 60 % de las reservas mundiales están denominadas en dólares, buena parte de ellas en bonos y letras del Tesoro de EE.UU.

Sin peligro de default para el gobierno estadounidense, y dado que el déficit fiscal sigue siendo tema irresoluto, pareciera que el camino que queda al próximo gobierno para cancelar su deuda es emitir más deuda, con el agravante de que los inversores exigirán mayores rendimientos como condición para adquirirla, aumentado la bola de nieve.

Respecto al déficit fiscal, las proyecciones de la CBO apuntan a que para el cierre de 2024 éste alcanzará los 1,9 billones de dólares, es decir, un 7 % del PIB, el resultado más elevado para el indicador si se obvian los años de la pandemia. Para el próximo año, el déficit se estima en 1,8 billones de dólares (6,1 % del PIB), previendo para 2027 un descenso hasta los USD 1,6 billones (5,2 % del PIB).

En general, tanto analistas privados como los propios cálculos de la CBO estima que el país tendrá un déficit de entre 5,8 % y 10 % de su PIB durante la próxima década, lo que ameritará mucha mano zurda de la Casa Blanca para lograr los recursos necesarios.  

A todas estas, ¿cómo financiará el nuevo gobierno estadounidense todos estos faltantes de recursos? En concordancia con las propias proyecciones de la administración federal, Martínez dice que emitiendo más deuda, lo que supone nuevas pugnas entre legisladores demócratas y republicanos, así como entre la Casa Blanca y el Congreso, para alcanzar acuerdos que permitan la emisión de más papeles para mantener el funcionamiento de la burocracia estatal.  


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Una mirada a lo interno  

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha insistido que aun cuando la Fed se decante por otra bajada de las tasas de interés a finales de año, los costos de financiación del gobierno podrían no disminuir en la misma medida, lo que equivaldría a tener que destinar más dinero al pago de intereses, elevando la presión sobre las finanzas públicas y dejando menos dinero para atacar imprevistos como colapsos bancarios, perturbaciones por guerras o catástrofes naturales, entre otros.

“La deuda en Estados Unidos es un problema estructural, que ha postergado por casi diez años las tasas de interés ‘cero’ y que ahora debe ser atendido por el retorno de la inflación y las tasas de interés reales positivas. Esto hace que los costos de los intereses de la deuda soberana funcionen como un impuesto a los ciudadanos”, dice el analista José Gonzales, managing partner de GCC, consultora financiera de Nueva York.

También podría verse comprometida la atención de aspectos básicos en la vida de los estadounidenses, tomando en cuenta que ya para el año fiscal 2023 el gobierno federal gastó más en servicio de la deuda que en la atención por separada de rubros como vivienda, transporte y educación superior, de acuerdo con un informe de la Comisión para un Presupuesto Federal Responsable.

Una presión adicional para la próxima administración respecto al posible aumento en la demanda de recursos, es la desaparición, en 2025, de fondos creados para atender diferentes emergencias de la crisis sanitaria, lo que llevará a muchos gobiernos locales y estatales a solicitar recursos a Washington para seguir sufragando gastos esenciales cubiertos hasta ahora con esos fondos.


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De cara al exterior

Si bien cualquier movimiento en la mayor economía del mundo tendrá alguna repercusión en el resto de los países, de momento, el manejo que haga el nuevo gobierno que entrará en funciones el 21 de enero próximo no reviste mayor preocupación para la comunidad internacional por una sencilla razón: no se esperan mayores cambios, es decir, que se mantenga el status quo.

La preocupación comenzaría si los inversores hicieran una venta considerable de sus posiciones en bonos del Tesoro, lo que ejercería apremios en el dólar por depreciación, con el consecuente aumento de los recursos necesarios para el pago de intereses. Solo así el gobierno se vería en dificultades para financiarse.

“Puede suceder también que la necesidad de refinanciar la deuda de los EE.UU. limite la demanda de deuda de mercados emergentes, poniendo algún freno al financiamiento para crecimiento de diversos sectores y de inversión social en esos mercados”, acota José Gonzales.

Respecto a consecuencias para América Latina por posibles cambios en el manejo del endeudamiento por parte del nuevo gobierno, Ramsé Gutiérrez dice que los mayores impactos para economías emergentes suceden cuando aumentan las tasas de interés.

“Actualmente, existe un ciclo de tasas a la baja a nivel global del cual se van a beneficiar la mayoría de los países, pues el servicio de la deuda será una menor carga. Incluso en un escenario muy pesimista donde EE.UU. tuviera una degradación de calidad crediticia, es poco probable que genere algo más allá de un capítulo temporal de mayor volatilidad”, concluye.

 

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