
La incertidumbre se mantiene en México, donde gobierno y empresas locales esperan el mes de abril, la fecha en que al fin se concretaría la imposición de aranceles de 25 % para los productos mexicanos (y los de otros socios comerciales de Estados Unidos), excepto el acero y aluminio, que fueron gravados con una tarifa similar a partir del 12 de marzo.
Para el 2 de abril, llamado por Donald Trump el “día de la liberación” de EE. UU., se espera que el Gobierno estadounidense anuncie la posible extensión del incremento de tarifas a otros rubros y que su par mexicano tome una decisión definitiva como imponer aranceles recíprocos, empezando por el acero y el aluminio.
En dos ocasiones el Gobierno estadounidense ha postergado la medida, anunciada por Trump desde su campaña electoral, esto ante el compromiso de México de frenar la llegada de nacionales a la frontera sur y de luchar contra el tráfico de fentanilo, la contrapropuesta en la negociación. Ahora, se especula si Trump anunciará aranceles generalizados y no aranceles sectoriales, dejando por fuera países que no aplican aranceles a EE. UU. o con los que este tiene una balanza comercial a su favor.
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Los efectos sobre la economía mexicana de esta medida se harán sentir este año y el que viene. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), anticipó, recientemente, que en 2025 y 2026 el Producto Interno Bruto (PIB) decrecerá 1,3 % y 0,6 %, respectivamente, considerando el aumento de aranceles entre México y EE. UU. y Canadá y EE. UU.
“La actividad sería más fuerte y la inflación más baja en las tres economías si estos aumentos arancelarios fueran menores o se limitaran a una gama más pequeña de bienes, pero el crecimiento mundial seguiría siendo más débil de lo previsto”, señala la OCDE, que proyecta que el crecimiento del PIB mundial se modere del 3,2 % en 2024 al 3,1 % en 2025 y al 3,0 % en 2026, con mayores barreras comerciales en varias economías del G20 y una mayor incertidumbre geopolítica y política que lastra la inversión y el gasto de los hogares.
En el caso de Estados Unidos y Canadá, la economía mostrará signos positivos, a diferencia de México, según la OCDE. Incluso, sin aumento de tarifas, la economía mexicana comenzó a dar señales negativas desde comienzos de año, pues según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el PIB del país cayó 0,2 % en enero, aunque analistas esperaban que el descenso fuera mayor. La situación es tal que no descartan una recesión técnica.
Las consecuencias de este tipo de medidas proteccionistas van más allá del ámbito macroeconómico y se verán en el nivel de inversiones, empleo (posibles despidos o menor generación de puestos de trabajo), competitividad y en la relocalización de empresas (nearshoring), como han advertido especialistas. Los mercados de valores han ido respondiendo con caídas y subidas conforme se van desarrollando los acontecimientos.
México en la relación comercial con EE. UU.
Junto con las de Canadá, las importaciones mexicanas representan 29 % del total de productos que compra Estados Unidos en el exterior. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), para México, el impacto será directo sobre la industria exportadora, considerando que 83 % de lo que ésta produce se dirige a Estados Unidos. En 2023, las exportaciones hacia EE. UU. totalizaron 490.183 millones de dólares, equivalente a casi 30 % del PIB nacional.
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Cifras más recientes del Inegi, indican que, en enero de este año, México exportó productos por USD 44.446 millones, 5,5 % más que en el mismo mes de 2024. Las exportaciones no petroleras registraron un aumento de 8,7 %, mientras que las petroleras cayeron 40,6 %. En el rubro de las exportaciones no petroleras, las dirigidas a su principal socio del norte se incrementaron 10,6 % y las dirigidas al resto del mundo, 0,1 %.
Por valor de mercancías, los bienes manufacturados representaron 89,5 % del total exportado. Esto incluye maquinaria y equipo especial para industrias diversas, productos de la minerometalurgia, equipo profesional y científico, alimentos, bebidas y tabaco, equipos y aparatos eléctricos y electrónicos, todos en alza, y los productos productos automotrices, con una caída anual de 2,0 % los dirigidos a Estados Unidos, en tanto que los enviados al resto del mundo repuntaron 5,2 %.
Los bienes agropecuarios también tienen peso (5,9 % del monto total exportado) en la relación con el vecino del norte. La oferta incluye aguacate, jitomate, pepino y pimiento, todos con repuntes en enero, y cítricos y otros frutos, que mostraron caídas en el año transcurrido entre enero de 2024 y enero de 2025, y ganado vacuno, cuyas exportaciones se mantuvieron estables. Tanto estos como los bienes manufacturados y petróleo y gas serían los más afectados de concretarse la imposición de aranceles.
¿Qué pasará con el nearshoring?
El año pasado, México registró nuevamente un récord en cuanto a inversión extranjera directa al recibir 36.872 millones de dólares, 2,3 % más que en 2023, de acuerdo con la Secretaría de Economía. Sin embargo, las nuevas inversiones cayeron por segundo año consecutivo, en esta ocasión en 34 %. Entre 2022 y 2023 el descenso fue de 13 %.
Lo que ocurra este año aún está por verse. El Gobierno mexicano es optimista y espera que la llegada de capitales se incremente a través del Plan México, con el que espera recibir 277.000 millones de dólares de inversión extranjera y local para impulsar proyectos de infraestructura, energía, transporte y educación, entre otros. Además, ha anunciado una serie de incentivos, entre ellos la simplificación de trámites, que se espera favorezcan el nearshoring, un factor que seguirán considerando las empresas que buscan relocalizar sus cadenas de suministro.
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La amenaza de Estados Unidos de imponer aranceles a otros productos, más allá del hierro y el acero, ha acrecentado la incertidumbre en el mundo empresarial e industrial y ha llevado a analizar estrategias de corto y mediano plazo para manejarse en un entorno en el que se busca evitar el avance de China, a la que EE. UU. impuso una tarifa adicional de 10 % por los productos que le vende, sin contar el arancel de 25 % para los que le envía la Unión Europea, también pausados hasta el 2 de abril.
Así hemos visto que empresas como Porsche y Audi están analizando la posibilidad de mover su producción de Europa y México, respectivamente, a Estados Unidos, en tanto que la siderúrgica brasileña Gerdau planea hacer lo propio y pausar el desarrollo de una planta de aceros especiales en México, mientras se frena la llegada de empresas chinas a ese país. Entre tanto, la multinacional mexicana Bimbo tiene como plan B incrementar la producción en el mercado estadounidense.
En efecto, Reginaldo Montaño, socio administrador de Montaño Rodríguez Consultores Fiscales, S.C., no duda que la incertidumbre en relación con los aranceles por parte de Estados Unidos, ya se ve el retraso en la toma de decisiones de inversión en México, así como en la ampliación de plantas productivas.
Desde Greenberg Traurig - México, Guillermo Sánchez Chao, socio especialista en , comenta que lo que han identificado es que esta coyuntura arancelaria y de tensiones ha generado una pausa en ciertas decisiones estratégicas.
“No necesariamente estamos hablando de cancelaciones, pero sí de proyectos que, por así decirlo, están siendo objeto de mayor cautela por parte de los inversionistas, quienes están evaluando qué tan estable puede ser la normatividad y el entorno en el mediano y largo plazo antes de comprometer recursos”, agrega.
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Una postura más analítica por parte de las empresas incluye la revisión de contratos, estructuras logísticas, reglas de origen y riesgos monetarios, entre otros.
Sánchez Chao resalta que las decisiones en materia de inversión se condicionan cada vez más al entorno legal y comercial.
“La certidumbre jurídica, el acceso efectivo a las preferencias del TMEC y la estabilidad regulatoria están al centro de la discusión. Aun así, creemos que México sigue siendo un destino atractivo para la inversión, en gran parte por su ubicación, su base industrial, su talento y por su red de tratados comerciales (una de las más robustas en el mundo)”, expresa el socio de la práctica de comercio internacional de Greenberg Traurig - México.
Montaño advierte que, si bien en el corto plazo podrían imponerse aranceles a México, en un mediano y largo plazo existirán nuevas reglas de comercio e inversión con los EE. UU., tomando en cuenta la revisión del T-MEC, que está planteada para 2026.
“En tanto no se definan reglas claras y duraderas (reforma al T-MEC o nuevo acuerdo bilateral o trilateral), las nuevas inversiones estarán, en su gran mayoría, postergadas. Una vez que tengamos reglas claras (y de largo plazo) conoceremos el verdadero efecto de la nueva política exterior de Estados Unidos”, comenta seguro de que la iniciativa privada de EE. UU tendrá un papel fundamental en este escenario, ejerciendo presión si le conviene mantener las cadenas productivas fuera de ese país.
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La visión del socio director de Montaño Rodríguez Consultores Fiscales es que México continuará altamente integrado con Estados Unidos, tanto por la proximidad geográfica como por la conveniencia de las empresas americanas de optimizar sus costos de producción de bienes y servicios, lo que espera sea así.
Alternativas a mano
Buena parte de las inquietudes de las empresas mexicanas con operaciones de exportación o que son parte de cadenas productivas no solo se centran en qué productos serán pechados con los aranceles previstos y la temporalidad de los mismos.
Eduardo Grajales, quien es parte de la práctica de comercio internacional de Greenberg Traurig - México como asociado, señala que la principal preocupación de las empresas durante estas semanas no solo versa en los aranceles como cifras aisladas, sino en lo que representan para la viabilidad de sus sofisticadas cadenas de suministro, que desde la entrada en vigor del NAFTA y posteriormente del T-MEC, fueron construidas y diseñadas alrededor de la idea de que en Norteamérica podrían operar sin barreras o restricciones comerciales y con un entramado regulatorio que se consideraba estable.
“Derivado de los incrementos arancelarios impuestos por el Gobierno de los Estados Unidos, muchas empresas se enfrentan a diversos escenarios que, de concretarse, implican condiciones completamente distintas a aquellas bajo las que configuraron sus operaciones de forma inicial en México y la región”, manifiesta al referirse a insumos más caros, consumidores más afectados económicamente y a una dinámica de mercado que no es predecible.
Tomando en cuenta las afectaciones económicas, pero también estructurales en las cadenas de suministro, empresas que hoy dependen de la libre circulación de bienes entre México y Estados Unidos están reevaluando en mayor o menor medida si sus modelos seguirán siendo sostenibles en entornos comerciales como el que enfrentan hoy y que pueden cambiar con rapidez.
“Pensemos, por ejemplo, en un componente automotriz que cruza la frontera tres, cuatro o más ocasiones antes de ser ensamblado como producto final. La imposición de aranceles en ese tipo de operaciones tiene implicaciones económicas mayúsculas para las empresas”, refuerza Grajales.
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Comenta que frente a la incertidumbre, muchas empresas están siendo proactivas, monitoreando las decisiones de política comercial en ambos países, así como buscando acercamientos con clientes y proveedores para proponer nuevos acuerdos sobre cómo se distribuirán los costos si los aranceles se implementan de forma más generalizada.
“Bajo la coyuntura comercial actual también ha cobrado fuerza la necesidad de revisar (y en muchos casos renegociar) los contratos comerciales celebrados con clientes y proveedores. Muchas empresas están incorporando cláusulas más claras respecto a cómo se distribuyen los riesgos derivados de cambios en la política arancelaria o en las condiciones de acceso al mercado, buscando que la carga financiera sea abordada tanto por exportadores como por importadores o distribuidores en Estados Unidos”, advierte.
Al mismo tiempo, hacen análisis sobre si sus productos cumplen las reglas de origen (criterios que determinan si un bien puede ser considerado como originario de Norteamérica y por lo tanto beneficiarse de un tratamiento arancelario preferencial) establecidas en el tratado, así como sobre si pueden ampliar su proveeduría e incluso, buscando conocer cuáles son sus posibles alternativas litigiosas en ambos lados de la frontera.
Para Montaño, las empresas exportadoras mexicanas son altamente competitivas, con productos o servicios que pueden tener aceptación en otros mercados. De allí que mira como alternativas buscar oportunidades en otras regiones (América del Sur, Asia y Europa), aprovechando las ventajas de tratados comerciales, sin abandonar, en lo posible, sus capacidades de producción en México.
Otra opción es relocalizar algunos procesos productivos o funciones a Estados Unidos, si fuera indispensable mantener el mercado en ese país. Aunque cree que es muy probable que EE. UU. ofrezca incentivos para atraer inversiones, piensa que esto llevaría a algunas empresas a abandonar la idea de una relocalización hacia México.
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El abogado ve poco probable que la mayoría de las empresas migren sus procesos a EE. UU., por los costos y gastos que ello implica, además de que los beneficios que se anuncien para atraerlas pudieren tener un efecto temporal.
El socio de Greenberg Traurig - México asegura que reorganizar las cadenas de suministro o cambiar los destinos de exportación, tomará tiempo, requiere inversión y es especialmente complejo en industrias con operaciones sofisticadas y alto grado de integración.
“Redirigir flujos y exportaciones a otras regiones no es imposible, pero sí complicado en el corto plazo. Aun así, algunos exportadores con mayor capacidad o flexibilidad podrían empezar a explorar alternativas en mercados como Europa, Sudamérica o Asia, donde existen tratados activos que vale la pena considerar”, destaca al coincidir con Montaño.
Respecto a relocalizar plantas fuera de México, comenta que tampoco es sencillo y pone como ejemplo una línea de producción automotriz que, al ser trasladada de un país a otro, implica asumir costos significativos, tiempos prolongados de traslado e instalación, interrupciones en la producción y cumplimiento de una nueva serie de normativas. De allí que no duda que muchas empresas van a optar por mantenerse en México, incluso si eso implica, temporalmente, ajustar márgenes, renegociar contratos o reestructurar flujos comerciales.
“Lo más importante en este momento es que las empresas entiendan bien sus opciones. Hay herramientas disponibles que van desde el aprovechamiento de programas de fomento y certificación, hasta auditorías internas de cumplimiento y estrategias de reingeniería arancelaria para evaluar si pueden optimizar sus operaciones dentro del marco legal vigente”, expresa Sánchez Chao, quien observa una transformación real en la dinámica del comercio global, con un claro regreso hacia el regionalismo y una mayor protección hacia ciertos sectores estratégicos.
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“Este cambio, lejos de ser una limitante, también puede generar nuevas oportunidades para quienes logren adaptarse. La expectativa es que el intercambio comercial dentro de América del Norte continúe creciendo de forma sostenida, lo que vuelve especialmente relevante aprovechar la amplia red de tratados de libre comercio de México y fortalecer las cadenas de proveeduría regionales”.
El socio administrador de Montaño Rodríguez Consultores Fiscales cree que es importante el apoyo que el gobierno mexicano pueda brindar a las empresas para transitar en esta época, no sólo de incertidumbre, sino de condiciones desfavorables que podrían presentarse.
Más allá de la política comercial estadounidense, a decir de Montaño, en México el nearshoring sigue enfrentando retos particulares como son la carencia de infraestructura (carreteras, puertos y ferrocarriles), la inseguridad pública, falta de energía suficiente, así como ausencia de certeza jurídica (reforma judicial).
Grajales suma el costo o la capacidad industrial, donde cree que México sigue siendo competitivo, así como la estabilidad y la claridad en el entorno, no solo legal, sino también comercial, puntos importantes que están siendo objeto de consideración por parte de los empresarios, por lo que asegura que el acompañamiento legal juega un papel central en este tipo de proyectos.
Oportunidad estratégica
En un reciente análisis, abogados de Dentons en Centroamérica comentan que, de darse el incremento de tarifas planteado, esta región podría beneficiarse al convertirse en un destino atractivo para nuevas inversiones y la exportación.
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Es así como observan oportunidades en la reubicación de empresas, con el traslado de operaciones a la región; en la obtención de ventajas competitivas en sectores como manufactura y agrícola para ampliar sus exportaciones, y en la posibilidad de consolidarse como un hub comercial clave aprovechando una mayor inversión en infraestructura y logística.
Destacan que gracias a tratados como el CAFTA-DR, es posible beneficiarse de una reducción de aranceles o inexistentes para exportar a Estados Unidos, logrando una disminución de costos y una mejora en la competitividad.
Además, la región brinda incentivos fiscales como exenciones de impuestos sobre la renta, regímenes de zona franca y reducciones impositivas a la propiedad y locales durante periodos determinados; facilidades aduaneras como la agilización de procedimientos que se traducen en la disminución de tiempos y costos en importación y exportación; acceso preferencial, no solo al mercado estadounidense, sino a países con tratados comerciales vigentes, entre otros beneficios.
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