Tecnologías como la inteligencia artificial, el Internet de las cosas, las redes de registro distribuido (especialmente las cadenas de bloques o blockchain), la computación en la nube, los códigos QR y NFC, las técnicas de identificación biométrica y las plataformas digitales en general traen consigo grandes cambios para la industria financiera y la interacción social en su conjunto.
Así como ha sucedido con la industria de los medios de comunicación, musical, audiovisual y muchas más, entendemos que la industria financiera se encuentra en un proceso más profundo que el de su mera digitalización. Lo que hoy vemos como un aggiornamiento o modernización de los servicios financieros probablemente sea un paso más -uno notorio- en una marcha que comenzó hace ya varios años y se dirige hacia un cambio de paradigma en la forma de entender la industria.
Por ejemplo, hoy nuestra interacción con los servicios de contenidos de entretenimiento o la mensajería han cambiado de forma estructural con relación a lo que era hace apenas unos pocos años. En lugar de aguardar hasta un horario determinado para ver la transmisión de un programa de televisión, un concepto que suena prácticamente anticuado, con el riesgo de perder la oportunidad y tal vez no volver a acceder al contenido, ahora sin problema tenemos al alcance todos los contenidos on-demand. El estándar cambió.
Nuestras preguntas son las siguientes: ¿cómo era la industria de servicios financieros hace 5 años?, ¿cómo la imaginamos en los próximos 5 y 15 años? Estas preguntas nos permiten entender que el cambio es una constante de nuestra época y que ninguna industria se encuentra exenta. También nos advierten que el cambio no es un pronóstico, sino un diagnóstico.
Los tiempos actuales se muestran como un punto de cambio que aceleran a una transición ya anunciada por las voces más autorizadas en todo el mundo. Lo que hace apenas meses se trataba de una cuestión de conveniencia, por ejemplo, con el segmento de los pagos entre pares y con comercios; la coyuntura actual lo presenta como una necesidad en muchas circunstancias.
Así como cambia la industria junto con los productos y servicios, consideramos que también debe cambiar la forma de interpretarla, particularmente en donde resulte razonablemente necesario desde un punto de vista jurídico. Tal cambio de óptica no solo le corresponde al operador jurídico sino también al regulador.
Esta no es una cuestión de leyes locales, sino que se trata de una discusión global. Las distintas jurisdicciones no se preguntan ya si es correcto o conveniente regular, más bien discuten cómo hacerlo. Cada regulación tendrá como principal objetivo proteger ciertos bienes jurídicos u objetivos. Entre ellos, la política monetaria, la integridad del mercado o los derechos de los consumidores. Para ello será necesario identificar los riesgos que puedan existir en las distintas actividades que son objeto de la regulación para mitigarlos.
Dicho objetivo no debería implicar obstaculizar la innovación y el avance de la industria. El estancamiento, la falta de competitividad y la estrangulación de la industria también son riesgos que deben evitarse. Proteger el mercado y a los consumidores también significa garantizar las herramientas necesarias para contar con un entorno que permita una mayor oferta de productos y servicios innovadores que satisfagan sus necesidades, mejoren la calidad de vida, fomenten la competencia, la generación de empleos y el desarrollo de las industrias. Las oportunidades perdidas pueden causar más daño que los riesgos que se intente evitar.
En un contexto como el actual y en el punto en el que nos encontramos, creemos que es hora de aprovechar las oportunidades. Las finalidades de mitigar los riesgos para los objetivos de los distintos reguladores son armonizables con el fomento de la innovación y la competencia.
Como asesores legales, nuestro rol es comprender el cambio y analizar cada caso dentro de su propio contexto. Así como no es posible regular a todas las fintech por igual, tampoco existe una sola fórmula mágica que aplique para todos los emprendimientos. A diferencia de otras industrias en las que la regulación aplicable es de una índole más general o amplia, los servicios financieros tienen la particularidad de encontrar marcos altamente regulados e interrelacionados. En estos casos, la correcta identificación de la naturaleza de un nuevo negocio puede marcar la diferencia entre la potencial aplicabilidad de un régimen normativo u otro, con todas las consecuencias prácticas que ello conlleva.
Es también deber de los operadores jurídicos comprender los fundamentos y particularidades de cada nuevo negocio para llevar a cabo un análisis adecuado de su encuadre jurídico y sus consecuencias. No podremos acompañar el avance de una industria si no le seguimos el ritmo, ya que no podremos asesorar sobre lo que no entendemos. Para nosotros también, el cambio llegó hace tiempo.
*Juan Diehl Moreno es socio en Marval O’Farrell Mairal y Santiago Eraso Lomaquiz es asociado de la firma.
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