Inteligencia emocional para abogados: profundizar la expresión y la autorregulación

Para reconocer y expresar nuestras emociones es necesario que las podamos regular de manera adaptativa para nosotros / Pixabay
Para reconocer y expresar nuestras emociones es necesario que las podamos regular de manera adaptativa para nosotros / Pixabay
Expresar lo que queremos transmitir y nuestras opiniones con claridad, utilizando todos los medios a nuestro alcance, nos posicionará con más solidez y coherencia en lo que decimos y mostramos
Fecha de publicación: 22/01/2021

Bienvenidos, abogados, a un nuevo trayecto del viaje a través de la inteligencia emocional. Tras la primera etapa en la que profundizamos en la autoconciencia emocional, seguimos el viaje hacia la expresión emocional y la autorregulación.  

Antes de profundizar en ellas, me gustaría reflexionar sobre el papel que, en nuestras vidas y profesión, ha jugado el “controlar las emociones”.

La educación, o mejor dicho la falta de un tipo de educación, la emocional, nos ha hecho pensar que tener a las emociones bajo control es beneficioso. Esto nos ha podido llevar a maquillar en exceso lo que sentimos hasta el punto de mostrar otras emociones y/o a cortar las emociones de los demás cuando al relacionarnos con ellos pensamos que se están “descontrolando”.

La propuesta de estas dos competencias intrapersonales es vivir con la emoción, aceptarla y modularla sin sentirnos forzados a expresarla sin medida ni a ocultarla. Y, por supuesto, que todo ello redunde en beneficios para el ejercicio de la profesión. 

Antes de seguir, os propongo un pequeño ejercicio. Son las 20.30 hrs del viernes, terminas de ordenar tu mesa para disfrutar de un fin de semana en el que tienes ganas de descansar y desconectar tras una semana intensa, ¡como casi todas! En ese momento aparece uno de los socios y te pide que prepares una propuesta muy urgente para un nuevo cliente. Te deja copia de un email –que tiene fecha del jueves de la semana anterior– y se queda ahí sin mirarte, consultando su teléfono.

De un vistazo rápido concluyes que necesitarás un par de horas para recopilar la información que pide -credenciales, equipo, ámbito de trabajo- y que quienes podrían ayudarte parece que se fueron hace un rato. No es la primera vez en que este socio te carga con su falta de organización y dificultades para delegar.

De hecho, en los últimos meses has cancelado varios planes en viernes por situaciones muy parecidas. Nunca has tomado conciencia de lo que sentías en esos momentos y te has limitado a actuar como un robot, anulando planes y concentrándote en lo que había que hacer mientras te repetías como un mantra “mi trabajo es así, mi trabajo es así…” Sin embargo, hoy sucede algo distinto.


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En las últimas semanas has aprendido el papel de las emociones y cómo identificarlas.

Imagínate la situación y responde: ¿Qué estás sintiendo? ¿Qué parte del cuerpo notarías más activada? ¿Cómo lo estás transmitiendo a través de tu mirada, tu postura corporal y tu voz? ¿Qué respuesta pide la emoción? Teniendo en cuenta la situación y la relación con tu socio, ¿esa respuesta es la más adecuada? ¿Qué alternativas podrías tener?

 

Expresión emocional y abogados

La expresión de las emociones contiene varios aspectos, pero nos centraremos en dos.  Por un lado, está la habilidad que nos permite reconocer en nuestro cuerpo dónde se expresa y así sumar más datos a la autoconciencia para identificar con mayor claridad qué puede estar sucediéndonos.

Por otro lado, está la capacidad de comunicar lo que nos genera la emoción y aquí engancha con la competencia de autorregulación que veremos más tarde. 

Aprender a localizar en un lugar –o varios– del cuerpo sensaciones placenteras o desagradables vinculadas a las emociones que sentimos se convierte en una brújula para resolver problemas, transformar las respuestas emocionales y cognitivas no adaptativas y elegir las conductas más adecuadas a nosotros y a la situación.

En el supuesto anterior es muy posible que sientas algo parecido a lo siguiente: activación de algunos músculos en las extremidades, respiración más agitada, incremento del ritmo cardiaco.

Tu cuerpo sentiría tensión fruto de una descarga de adrenalina. Te sentirías ofendido, enfadado y no respetado. Y toda esa emoción parece coherente con la situación: el socio tenía el email desde hace ocho días y si te hubiera pasado la información entonces podrías haber gestionado tu tiempo para enviar la propuesta y disfrutar de tu viernes.

Y además no es la primera vez. Ese enfado puede estar construido sobre enfados anteriores, conscientes o no. Y muy posiblemente, aunque creas que no transmitiste esa emoción en circunstancias anteriores y no lo estás haciendo en ese momento, la forma de contestar y de estar sí lo puedes estar comunicando.

Al sentirte vulnerado en tus límites, transmitirás ataque o huida. Y aquí es cuando entra en juego la siguiente habilidad. 

Expresar lo que queremos transmitir y nuestras opiniones con claridad, utilizando todos los medios a nuestro alcance, nos posicionará con más solidez y coherencia en lo que decimos y mostramos.

Para desarrollar esta habilidad, a nivel firma, podemos optar por programas de mindfulness que nos permiten observar lo que sucede dentro de nosotros en un entorno seguro.

Otra opción serían los programas de aprendizaje y práctica de la comunicación verbal y no verbal para darnos cuenta de la incoherencia a la hora de transmitir mensajes, ya que al mensaje como tal -lo que decimos- hay que sumarle la comunicación paraverbal -cómo lo decimos, el ritmo, las pausas- y la comunicación corporal -qué transmite nuestro cuerpo-.

Obvia comentar una realidad muy extendida: son estas dos últimas las que transfieren más del 90 % del mensaje. 


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Autorregulación emocional y abogados

La autorregulación emocional es la capacidad de experimentar las emociones, tanto las agradables como las desagradables, de una manera adecuada y con conciencia para gestionarlas según la situación concreta.

Esta habilidad es tan relevante que constituye un hito en la inteligencia emocional ya que para reconocer y expresar nuestras emociones es necesario que las podamos regular de manera adaptativa para nosotros.

En un abogado esto permitirá expresarse con calma en situación difíciles, pensar y anticipar sin negar la información que nos da la situación. Siguiendo con el ejemplo anterior, aunque nuestro enfado nos pida una defensa en modo de ataque, esto no puede ser lo más adecuado para preservar el vínculo laboral ni para conseguir lo que queremos.

Y si lo que hacemos es inhibir la respuesta que nos genera, tampoco conseguiremos un mayor control de nuestro trabajo y tiempo y además puede afectar a nuestra autoestima o salud física.

Sería preferible expresar asertivamente, sin exagerar ni leer motivaciones internas del otro, y sería importante pensar cuándo mantener esa conversación porque hay dos cuestiones en juego: sacar la propuesta y evitar que esa situación se repita (excepto en escenarios de verdadera urgencia). 

¿Cómo practicamos la autorregulación? Esta habilidad está, como el resto de las competencias emocionales, sujeta a la evaluación continua ya que es con la práctica y la reflexión cómo afianzamos nuestras respuestas.

Son muchos los autores y los modelos de autorregulación, pero con la meta de hacerla más accesible a los abogados que se inician en su práctica, recomendaría dos. 

Una primera sería el uso de la imaginación, uno de los superpoderes que tenemos los humanos (¡incluso los abogados!) Consiste en imaginar las consecuencias -positivas o negativas- de nuestra actuación.

Esta conexión con los efectos nos dará la motivación para utilizar conductas de acercamiento o alejamiento, nos ayudará a identificar las habilidades o recursos que nos faltan para esa situación o, incluso, reconocer que aún no tenemos una respuesta y regalarnos ese tiempo para decidir qué hacer y todo eso es ya una autorregulación.  

Una segunda estrategia, especialmente útil cuando estamos inmersos en conductas automáticas, sería el poder de mencionar lo que ocurre para tomar conciencia y a partir de ahí decidir una manera distinta de afrontarla y continuar con una nueva conducta que ya implicaría autorregulación.

En este caso, si somos mentores es muy importante recordarnos que nuestra forma de actuar ante una situación no tiene que ser la misma para otros y evitar la directividad limitante. 

Para finalizar, no está nunca de más recordar que puede que nos encontremos con momentos de fuerte crisis o de malestar intenso que nos cuesta autorregular. Si esto es frecuente y nos causa perjuicios y alteraciones negativas en nuestras vidas, es recomendable valorar la ayuda profesional. Afortunadamente, atrás van quedando los prejuicios sobre acudir a terapia. 

 

*Marisa Méndez es socia de Csas|Transforming law firms. Puedes consultarle cualquier duda a través de su email [email protected]

 


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