El Congo y Venezuela: ejemplos de autoritarismos tras formas constitucionales

Las similitudes entre Venezuela y República Democrática del Congo son más de las que parecen / Bigstock
Las similitudes entre Venezuela y República Democrática del Congo son más de las que parecen / Bigstock
La manipulación de las formas se verifica en ambos casos por sucesivas reformas constitucionales y legislativas
Fecha de publicación: 13/12/2018
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Evito Wikipedia. En especial procuro que no la usen mis estudiantes, ni mis hijos y que acudan a fuentes bibliográficas reputadas. A ser posible, en papel cuando investigan y estudian. Pero me topé con esta información en ese portal web y la impresión fue grande:

“Debido a las condiciones negativas, la incertidumbre sobre el desarrollo de los conflictos o la falta de infraestructura, numerosas empresas extranjeras han reducido sus operaciones e inversiones en el país. A esto hay que sumar la falta de marcos jurídicos sólidos, la corrupción que impera en todo el Estado y la inflación (…) se ha descrito como un país que cumple la paradoja de la abundancia, también llamada maldición de los recursos, que viene a significar lo aparentemente extraño que es que un país con tanta riqueza y potencial económico posea tan bajos niveles de desarrollo —en 2013 era el segundo país con menor renta per cápita (según la ONU​ y la CIA​) y desarrollo humano (IDH) del mundo”.

Estaba leyendo la información básica de la República Democrática del Congo (en adelante el Congo), a pesar de que parecía tratarse de Venezuela.

Pero no terminan allí las similitudes. El Congo es un país del África ecuatorial, con una exuberante geografía que incluye la segunda selva más grande del mundo, caudalosos ríos, sabanas, altas montañas y grandes valles, constituyendo una de las mayores diversidades de biomas del planeta.

Es el mayor productor mundial de cobalto mineral, el segundo productor mundial de diamante y cuenta con inmensas reservas de oro y coltán. Altamente poblado, de tradición católica, con un sistema de educación pública absolutamente precario, en el que de sus 75,5 millones de habitantes, un 38,8 % son analfabetos y el 45 % del total de niños que se matriculan en educación primaria acaban abandonando la escuela. Es el segundo país más pobre del mundo, donde 7.7 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria y 2 millones de niños sufren de malnutrición aguda severa.

Los problemas de salud pública son sumamente graves. Durante el año 2018 se han declarado oficialmente varios brotes de Ébola. Aun así, su gente se caracteriza por ser amable, alegre y expresiva.

Un constitucionalismo a la medida

Desde 2001 su presidente es Joseph Kabila, quien asumió la presidencia luego del asesinato de su antecesor, Laurent-Désiré Kabila, a la sazón su padre. Ambos mandatarios han sido de intensa tendencia autoritaria y tolerancia cero frente a cualquier forma de disidencia política.

A pesar de su fragilidad, el Congo es formalmente una democracia constitucional. La Constitución de 2006 reconoció los principios básicos de todo Estado democrático de derecho, pero también permitió al presidente hacerse un traje constitucional a la medida.

Desde el comienzo de su presidencia, Joseph Kabila ha diezmado con éxito la independencia judicial, en especial  la del Tribunal Constitucional, brazo político fundamental de su gobierno autoritario.

En 2016, por ejemplo, expiró el periodo presidencial de Kabila sin que constitucionalmente fuera posible su reelección. Sin embargo, las elecciones presidenciales fueron suspendidas indefinidamente, gracias a una polémica reforma de la ley electoral denominada en francés glissement o “resbalón electoral” en español. Por decisión del Tribunal Constitucional, Kabila se mantendría en la presidencia hasta que se realizaran nuevas elecciones.

El cerco autoritario en contra de las elecciones libres

Largamente diferidas, finalmente habrá elecciones presidenciales el 23 de diciembre de 2018. Ese proceso electoral ha padecido de irregularidades en el registro electoral, rechazo de postulaciones de opositores y denuncias de manipulación de máquinas de votación.

En agosto de 2018, Kabila manifestó que no optaría por la reelección sino que apoyaría la candidatura del exministro Emmanuel Ramazani Shadary.

A los dos principales líderes opositores a Kabila —Jean-Pierre Bemba y Moïse Katumbi Chapwe— se les negó la posibilidad de postularse como candidatos.

El resto de la oposición es débil y dividida, muchos de sus líderes han muerto en protestas, están exiliados o privados de libertad. A finales de noviembre de 2018, lograron un acuerdo de candidatura unitaria a favor del candidato Martin Fayulu. A pocas horas de la firma, sin embargo, el candidato Tshisekedi rompió el acuerdo y ratificó su candidatura en paralelo.

La crisis económica y de refugiados en el Congo

La República Democrática del Congo es una democracia muy débil, en una seria situación de ingobernabilidad, violencia, fragilidad social y violación de derechos humanos. Según ACNUR, para enero de 2018, 4.5 millones de personas habían sido desplazadas. La comunidad internacional ha intentado aportar soluciones, en especial con la firma del acuerdo marco para la paz, la seguridad y la cooperación en el Congo y la región, en 2013.

Los problemas económicos siguen siendo sumamente graves, a pesar del rigor macroeconómico impuesto luego de los acuerdos del Congo con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que permitieron la condonación de su deuda externa en 2010.

El Congo y Venezuela

La similitud de las consecuencias —que no la magnitud— de la crisis política, económica y social en el Congo y en Venezuela no son de extrañar, si se tiene en cuenta que en ambos casos se ha seguido un mismo guion político: en el marco de una democracia constitucional un gobierno de tendencia autoritaria abusa de las propias instituciones para aumentar su control político y perpetrarse en el poder. No son, además, dos casos aislados del mapamundi. Sucede también, en mayor o menor medida, en Bolivia, Nicaragua, Turquía y Polonia.

Getty Images
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En el caso del Congo y en Venezuela también la manipulación de las formas se verifica por sucesivas reformas constitucionales y legislativas a la medida de las necesidades autoritarias y por el control de tres instituciones fundamentales: el Parlamento, el árbitro electoral y muy especialmente el Tribunal Constitucional (equivalente a la Sala Constitucional venezolana), en detrimento de la separación de poderes y del Estado de derecho.

Es, como explican Levitsky y Ziblatt, la nueva forma en que fallan y mueren las democracias: no ya por golpes de estado y cambios externos violentos, sino paulatinamente, desde sus propias entrañas, cuando sus instituciones son usadas como arma política. Las democracias no mueren ya de infecciones ni de enfermedades contagiosas, sino que mueren de cáncer terminal, pues algunas de sus células devienen en malignas y hacen metástasis en sus instituciones vitales.

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