En una reciente subasta de lotes petroleros en Brasil, dos empresas chinas resultaron beneficiadas con el otorgamiento de una concesión cada una, imponiéndose a las tradicionales corporaciones occidentales en el reparto de los ricos yacimientos costa afuera del gigante sudamericano. Esta —aparentemente— simple operación deja claro lo mucho que ha variado el protagonismo en el disputado mercado petrolero global.
Causa de no pocos conflictos y crisis financieras, el petróleo ha sido, desde hace mucho tiempo, responsable de mover los hilos en la geopolítica mundial. De hecho, John Rockefeller, el fundador de Standard Oil, decía que quien dominara el petróleo, dominaría el mundo.
Tras muchos cambios en el último siglo en los roles protagónicos, una nueva transformación estaría por darse gracias al cambio de la matriz energética global, pese a que los expertos aseguran que al petróleo le quedan muchos años más como el más importante recurso de la economía mundial.
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Del dominio a la diversificación
Del dominio total que las compañías angloamericanas ejercieron en el mundo durante buena parte del siglo XX queda poco. Dueñas absolutas de las técnicas de producción y refinación hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado, las grandes petroleras americanas y europeas prácticamente impusieron su voluntad a través de las llamadas “siete hermanas”, a saber:
- Anglo-Iranian Oil Company (ahora BP).
- Royal Dutch Shell.
- Standard Oil Company de California (ahora parte de Chevron).
- Gulf Oil (adquirida por Chevron).
- Texaco (también parte de Chevron).
- Standard Oil Company de Nueva Jersey (luego Esso y después Exxon, hoy ExxonMobil).
- Standard Oil Company de Nueva York (después Socony, luego Mobil y ahora ExxonMobil).
Pero este dominio se vio interrumpido cuando, en los 70, la nacionalización de las industrias locales en los países del Golfo Pérsico y Venezuela, los mayores productores detrás de Estados Unidos, dio al traste con la centenaria hegemonía. Se inició entonces la configuración de un nuevo mapa energético con la entrada a escena de las empresas petroleras nacionales.
Sin embargo, la consolidación de esta figura en los años 90, que trajo como consecuencia una serie de fusiones y adquisiciones, no acabó con la concentración del poder petrolero en pocas manos. Un informe de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) señala que mientras el grueso de la producción estaba en manos de una decena de empresas nacionales, 15 compañías controlaban más del 40 % de la refinación, entre ellas Royal Dutch Shell, Exxon y BP-Amoco. Esto sin olvidar que la antigua Unión Soviética manejaba su petróleo con tecnología y empresas propias, lo que le permitió desarrollar una industria que a la postre se convertiría en un sólido competidor de sus pares occidentales.
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Nuevos actores
El panorama descrito volvería a tener un gran giro a principios del actual siglo con la irrupción de China y otros países asiáticos como actores de peso en la ópera petrolera. Datos de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), señalan que para los años 90 cerca del 50 % de la refinación se concentraba en América y Europa, porcentaje que en 2020 se había reducido a un tercio, luego de que Asia triplicara su capacidad para procesar el crudo.
Punta de lanza de este avance es China que, a finales de los 90, decidió reorganizar su industria de hidrocarburos en tres grandes empresas: China National Petroleum Corporation (CNPC), matriz de Petrochina; China National Offshore Oil Corporation (CNOOC), y China Petrochemical Corporation (Sinopec). La idea era salir a conquistar el mercado petrolero y lo consiguió.
Para 2002, ninguna de las recién potenciadas empresas chinas figuraba en el top ten de la industria petrolera mundial y así lo refleja un informe de Petroleum Intelligence Weekly, en el que las compañías mejor valoradas por su desempeño eran, en orden decreciente, Aramco, ExxonMobile, PDVSA (hoy considerada la petrolera peor manejada del mundo), NIOC (Irán), Royal Dutch Shell, BP, Chevron-Texaco, Pemex (México) y Total.
Una década después, los asiáticos han desplazado a las grandes corporaciones occidentales de los listados de las compañías más grandes en términos de valor de mercado, ventas y activos, ubicándose entre verdaderos monstruos de la producción como Aramco, y de la refinación, como ExxonMobil o Shell, las únicas corporaciones tradicionales que se mantienen en el top five de las más valiosas.
Es más, una de ellas, CNOOC, especializada en explotación y producción de crudo costa afuera, se ha logrado ubicar como una de las empresas con mayor valor de mercado dada la sofisticación de sus procesos y la tecnología de avanzada que utiliza.
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Nuevos derroteros
Ganadoras de la reciente subasta brasileña, CNOOC y PetroChina tendrán desde ahora operaciones en el gigante sureño, donde Sinopec ya estaba presente desde 2010, tras adquirir parte de las operaciones de Repsol y de la portuguesa GALP; mientras que en Argentina la misma empresa tiene intereses en los ricos yacimientos de Vaca Muerta.
En Guyana, el nuevo gran polo petrolífero y gasífero de América, CNOOC posee el 25 % de participación en el campo Stabroek, el mayor yacimiento descubierto en el mundo en la última década, gracias al joint venture que tiene con Hess Corporation (30 % del proyecto) y ExxonMobil (45 %).
Los chinos también tienen participación en las industrias de Venezuela, pues están presentes en la Faja del Orinoco, el mayor reservorio de petróleo (pesado) del mundo, y en Perú, donde intervienen en el negocio de crudo y gas, además de dominar un tercio de la explotación minera.
En el Medio Oriente, las petroleras chinas han logrado asociarse con las empresas estatales de prácticamente todos los países, una relación que ha permeado hasta las naciones subsaharianas productoras de crudo. Y no hay que olvidar que Pekín es uno de los principales aliados en hidrocarburos de Moscú.
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Más consolidación
Al margen del avance chino, en los últimos dos años se ha producido la segunda gran ola de compras, asociaciones y fusiones en el mundo petrolero occidental. Así lo refleja un análisis de la consultora energética Wood Mackenzie, que muestra que solo en la cuenca Pérmica de Estados Unidos, una zona rica en petróleo de esquistos, en 2023 se produjeron acuerdos por más de 100.000 millones de dólares.
Entre las transacciones ejecutadas está la compra de Pioneer Natural Resources por parte de la gigante ExxonMobil, que pagó 59.500 millones de dólares por su competidora. Exxon también adquirió recientemente a Denbury Inc, por USD 4.900 millones.
Occidental Petroleum Corporation, conocida como Oxy por sus siglas en la Bolsa de Nueva York, invirtió USD 12.000 millones para hacerse con CrownRock; mientras que Harbour Energy adquirió por USD 11.200 millones a su competidora Wintershall Dea, con lo que tendrá carta blanca para operar campos en México, Argentina, Europa y África.
Por su parte, Chesapeake Energy absorbió a Southwestern Energy tras adquirir 100 % de sus acciones por USD 11.500 millones, en tanto que Diamondback Energy y Endeavor Energy se fusionaron tras concretar una operación valorada en USD 26.000 millones de dólares.
ConocoPhillips, por su parte, parece haber concretado su plan de hacerse con Marathon Oil, una de las grandes productoras de la Cuenca Pérmica de EE. UU., en una transacción inconclusa que involucra unos 16.000 millones de dólares.
Pero sin duda la mayor atención en los últimos meses la capta el intento de Chevron por adquirir el 100 % de Hess Corporation, una operación por la que está dispuesta a desembolsar cerca de 60.000 millones de dólares y que la convertiría en socia de ExxonMobil en el campo offshore de Guyana. No obstante, su archirrival objetó el acuerdo y será sometido a un laudo arbitral que decidirá quién se quedará con una importante tajada de un yacimiento valorado en más de un billón de dólares. En el interín, Chevron compró a su rival PDC Energy por USD 6.200 millones.
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¿Otra vuelta de timón?
El rápido desarrollo de energías alternativas a los hidrocarburos es visto por muchos analistas como el anuncio de un nuevo rumbo en el negocio petrolero. Según Wood Mackenzie, en la década pasada el gasto anual en petróleo y gas era de 750.000 millones de dólares, monto que 10 años después se ha reducido a USD 400.000 millones de dólares, lo que hablaría de una tendencia a reducir la inversión en este lucrativo pero contaminante negocio.
La consultora señala, además, que la producción de crudo aumenta cada año una media de 250.000 barriles por día en el próximo quinquenio, 50 % por debajo de lo registrado en los cinco años anteriores.
“Las grandes petroleras se centran más en aumentar el flujo de caja que la producción. Crecer lentamente ayuda a las empresas con reservas sin explotar a controlar los gastos y aumentar los márgenes”, ha señalado la empresa de análisis.
En este mismo orden, la mayoría de los países del Golfo Pérsico -y del Medio Oriente en general- están cada vez más enfocados en las energías “verdes”, destinando buena parte de los recursos que obtienen del petróleo al desarrollo de plantas de hidrógeno, granjas eólicas y solares, con un doble propósito: bajar el consumo interno de hidrocarburos para aumentar sus exportaciones y reducir el costo de las facturas energéticas locales. De paso, quedarían bien paradas por cumplir —y quizás por sobrecumplir— con su aporte para enfrentar el cambio climático.
“Las estrategias frente a la crisis climática que ignoran al Golfo y la política de la región en general, concentrando sus críticas únicamente en los gobiernos y la industria petrolera occidental, solo están fuera de sintonía con las realidades del petróleo mundial”, señaló recientemente el experto en economía política Adam Hanieh.
Profesor de las universidades de Exeter, en Reino Unido, y Tsinghua, Pekín, Hanieh cree que la región se convertirá mucho antes que otras en un gran productor de energías renovables, en particular de hidrógeno, lo que necesariamente devendrá en que las petroleras de la zona, sin descuidar su negocio medular, se enfoquen en ese tipo de energía, algo que asegura no se han planteado aún los productores de hidrocarburos occidentales.
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