Hay una idea que he escuchado en repetidas ocasiones en el sector legal de que, en general, las mujeres no apoyan ni impulsan a otras mujeres en el ámbito profesional y que, por el contrario, ponen trabas para que no avancen. No dudo de que haya mujeres que no apoyan a otras mujeres —como también sucede con los hombres—, pero estas ideas son el reflejo de la concepción patriarcal del mundo donde hay roles femeninos y masculinos, que socialmente se siguen imponiendo a los hombres y las mujeres.
El estereotipo masculino no ve con malos ojos si un hombre no apoya a otro en su desarrollo profesional. Esto se entiende y acepta como algo normal, ya que existe una idea en el que este actuar es “inherente” a los hombres. Es aceptable y esperado que un hombre busque el éxito a cualquier precio.
La competencia es un rasgo masculino aceptado en la sociedad. Sin embargo, una mujer que haga lo mismo que un hombre no es bien vista o aceptada, porque las mujeres 'tenemos' que ser buenas, promotoras de las buenas relaciones, pacíficas y bondadosas y no hay razón para que la mujer haga cualquier cosa para llegar al éxito.
En mi experiencia, esta idea sobre las mujeres no es verdadera, es solo un prejuicio respecto de las mujeres profesionistas y a las que trabajan fuera del hogar y que buscan su desarrollo y el éxito. Por el contrario, he sido testigo o partícipe de muchos ejemplos de mujeres que vivimos en sororidad y hacemos un esfuerzo por apoyarnos unas a otras, esa sí es la generalidad.
Terminemos de una vez por todas con estos roles tradicionales que limitan nuestro desarrollo profesional, cada persona tiene derecho a desarrollarse como mejor lo defina y si hay mujeres que no apoyan a otras mujeres, no las estigmaticemos por ello.
Sin embargo, mi experiencia me dice que, por lo general, tanto las mujeres como los hombres apoyamos a las personas con quienes trabajamos y con quienes convivimos. En este artículo, me enfocaré en el apoyo que nos brindamos entre mujeres profesionales.
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Networking en el centro del empoderamiento
En años recientes se han integrado diversos grupos de mujeres profesionales con el objetivo principal de apoyar a otras mujeres y fomentar la creación de redes de apoyo, de networking y capacitación. Ser parte de algunos de estos grupos me reconforta y me permite reconocer que sí existe la sororidad entre mujeres.
Los grupos de los que formo parte, tanto formales e institucionales, como informales que existen en las diversas redes sociales, me han permitido ver cómo la sororidad genera espacios de desarrollo profesional de mujeres, en particular entre abogadas.
En esos entornos generamos apoyo, damos consejos, hacemos recomendaciones, posteamos invitaciones a eventos, compartimos problemas, nos animamos y, sobre todo, festejamos nuestros triunfos.
La sororidad entre abogadas implica tener siempre presente la forma de involucrar a más mujeres en nuestro ámbito laboral. Cuando nos piden una recomendación para una persona experta en un tema podemos siempre recomendar a una abogada; esto permite a quien pide una recomendación tener visibilidad de abogadas expertas en la materia que está abordando. Hay que conocer a más mujeres abogadas, saber cuáles son sus áreas de práctica y tenerlas en mente para hacernos el hábito de recomendar siempre a una colega cuando alguien nos pida una recomendación, de preferencia cuando la solicitud viene de un hombre.
La hermandad profesional entre directoras jurídicas y abogadas de empresa empieza por buscar ternas de proveedores de servicios legales que tengan socias mujeres y exigir a esos despachos que sean esas mujeres socias quienes sean las titulares de las cuentas. Si las empresas no institucionalizan el principio de solo recibir servicios legales de despachos que tengan socias y asociadas, el camino hacia la sociedad seguirá siendo complicado para las mujeres en la profesión.
Ser solidarias con otras abogadas comienza con darle voz y escuchar la opinión de todas, invitándolas a sentarse en la mesa donde se toman decisiones. Trabajar con otras mujeres, capacitarnos para mejorar nuestros conocimientos. Compartir nuestras experiencias con otras abogadas para que el ejercicio de la profesión sea mejor para todas.
Vivir en sororidad nos impulsa a encarar actos discriminatorios o de violencia de género en nuestros espacios de trabajo de otra manera. Nos lleva a levantar la voz para que esos actos sean sancionados y que las personas afectadas sean atendidas y protegidas en su integridad.
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Vivo todos los días el apoyo que nos damos las abogadas en distintos ámbitos profesionales y personales y las redes que hemos creado entre mujeres para que seamos más las que permanecemos en nuestras profesiones y sigamos avanzando en el camino al éxito. Soy testigo de que las mujeres sí nos apoyamos en nuestro desarrollo profesional, que no haya duda de nuestra sororidad. La sororidad profesional es real y efectiva.
*María Teresa Paillés es socia de SMPS Legal. Se especializa en operaciones e inversiones inmobiliarias, fusiones y adquisiciones, operaciones de financiamiento, licitaciones públicas, así como derecho corporativo general. Es socia fundadora y presidenta de Abogadas MX, una ONG que promueve el desarrollo profesional de mujeres abogadas.
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