No los voy a dejar con la incógnita hasta el final del artículo. Mi postura personal y apasionada es que la inteligencia emocional es un grandísimo aliado del rendimiento de los abogados y que no se está aprovechando en la gama de las habilidades socioemocionales. Creo que es momento de ficharla y de incorporarla tanto a nivel firma como a nivel individual. Por eso, os invito a conocerla mejor en este artículo.
En los últimos tiempos, la inteligencia emocional se está haciendo un hueco en nuestro sector, especialmente, en las jurisdicciones anglosajonas.
La American Bar Association la ha incorporado como parte del currículum de su programa de formación continua y varias escuelas de derecho la incluyen también en sus programas de grado y/o posgrado.
Desde hace mucho más tiempo, las principales firmas realizan programas de formación interna sobre algunas de sus competencias, pero sigue siendo aún muy difícil encontrar un programa que forme a los abogados en todas las áreas y que los acompañe a lo largo del tiempo.
La inteligencia emocional es un concepto que se remonta a 1990 y, si bien lo asociamos con Daniel Goleman y su famoso libro, no podemos olvidar que la base del mismo fueron los trabajos de Peter Salovey y John Mayer, verdaderos precursores del concepto.
El punto de partida es que la inteligencia humana ha de expandirse más allá de los aspectos cognitivos e intelectuales para incorporar la gestión del mundo emocional propio y de otras personas.
Y son muchos los autores que desde hace dos décadas profundizan en la idea sin llegar a ponerse de acuerdo en el concepto ni en todas las competencias que incluye, aunque podemos decir que coincidirían en que alguien con un buen desarrollo de su inteligencia emocional será capaz de identificar, experimentar, dar sentido, comunicar y gestionar adaptativamente sus emociones.
También puedes leer: Autoconciencia emocional, competencia que debe desarrollar todo abogado
¿Qué competencias emocionales podría desarrollar un abogado y qué ventajas tendría?
En el modelo que presento a continuación son seis las competencias emocionales: autoconciencia, expresión emocional, autorregulación, empatía, habilidades sociales y automotivación. Cada una tiene sus peculiaridades y ventajas.
Autoconciencia. Implica identificar las emociones que sentimos, darles nombre y reconocer el mensaje que nos traen.
Para desarrollarla toca aprender a parar, a tomar conciencia de cómo me encuentro y los motivos detrás de esa emoción. Y esto no es fácil porque el mundo actual nos permite escapar rápidamente de las emociones más desagradables a través de una pantalla de móvil.
Un abogado que toma conciencia de sus emociones tendrá la capacidad de recibir y aprender de las críticas constructivas de sus compañeros y de sus clientes y no reaccionará con enfado cuando siente culpa, o con tristeza y resignación cuando siente decepción.
No tomar conciencia de las emociones está en la base de muchos de los conflictos de comunicación que se viven en los estudios y que tanto afectan al clima interno.
Te puede interesar: La gestión de las emociones y su rol clave en el relacionamiento con los clientes
Expresión emocional. Si reconozco las emociones que siento, el siguiente paso será ser coherente en su expresión, tanto de manera verbal como física. Y ello teniendo en cuenta que más del 90 % de la comunicación es no verbal. Transmitimos mensajes a través de nuestro cuerpo, gestos y voz.
Por ello generará más extrañeza cuando nuestro cuerpo no acompañe a nuestras palabras. Un abogado con esta competencia transmitirá más confianza y credibilidad tanto con su equipo como con los clientes.
Autorregulación. Esta competencia es muy importante porque habrá momentos en que tengamos conciencia de lo que nos sucede, pero que no será apropiado ni beneficioso expresar nuestras emociones.
En esas situaciones, la competencia de autorregulación nos permitirá moderarnos y controlar y/o redirigir las emociones.
En un abogado esto permitirá expresarse con calma en situación difíciles, pensar y anticipar sin negar la información que se nos da y, por supuesto, le facilitará celebrar los éxitos al conectar con la alegría y no solo con el alivio.
Empatía. Esta es una de las competencias más conocidas y que solemos definir como la capacidad de entender y ponerse en lugar del otro y, sin embargo, no hay tantos abogados que la desarrollan.
El discurso interno, las prisas y la anticipación interfieren con la empatía e impiden conectar con el equipo y los clientes y los lleva a perderse información muy valiosa.
Los abogados que la han desarrollado conectan mejor y tienen mayor conocimiento de sus necesidades, preocupaciones y prioridades. Esto les permite tomar mejores decisiones.
Te recomendamos: Inteligencia emocional para abogados: profundizar la expresión y la autorregulación
Habilidades sociales. Los programas en las firmas suelen comenzar a formar a los abogados en esta competencia, pero obviando las anteriores y por ello no consiguen los resultados deseados.
Entre las habilidades sociales necesarias para ser un buen abogado están la comunicación asertiva, la resolución de conflictos, la negociación y el afrontamiento de la ansiedad social. Reconocemos al abogado que ha trabajado esta competencia porque construye un equipo y trabaja bien con otros.
Automotivación. La última de las seis competencias es esencial para un abogado. Le permite aprovechar sus emociones para alcanzar objetivos y apoyarse en sus fortalezas para superar situaciones complicadas y seguir aprendiendo. Un abogado con esta capacidad será más resistente y optimista ante las adversidades.
Y, ¿qué ventajas tendrán las firmas que cuenten con abogados con alta inteligencia emocional?
Lo percibirán en que el trabajo en equipo será mayor y mejor, la creatividad y la espontaneidad no estarán ausentes en sus profesionales, los clientes se sentirán más conectados y se dejará de malgastar energía en ocultar los fallos, las debilidades y conflictos inútiles.
A largo plazo, todo ello redunda en una clima de mayor confianza con todos los beneficios que ello conlleva.
Esperamos que en la era pos-COVID las firmas incluyan en sus programas de formación y desarrollo profesional una visión completa de la inteligencia emocional para todos sus miembros.
*Marisa Méndez es socia directora de Psycholawgy, España.
Si quieres recibir el boletín de Gestión LexLatin, ¡te invitamos a suscribirte!
Add new comment