Marco Torres Maldonado: “El pensamiento crítico es fundamental en un abogado”

Marco Torres Maldonado / Cortesía
Marco Torres Maldonado / Cortesía
El especialista considera importante que los abogados aprendan a cuestionar desde la crítica constructiva
Fecha de publicación: 20/02/2019

Asociado de Rodríguez Angobaldo Abogados, Marco Torres Maldonado se especializa en consultoría en derecho civil patrimonial y en litigios civiles y comerciales.

El estudio donde se desempeña le propuso para participar en nuestra serie de entrevistas La firma y los millennials. En esta nueva sección, los lectores de LexLatin podrán conocer la historia de abogados y abogadas que se perfilan como jóvenes promesas en sus bufetes.

Comenzamos con este especialista en derecho civil, quien siempre disfrutó de encontrar soluciones para escenarios difíciles y que tiene claro que nació “para ser civilista”.

—¿Cómo llegó hasta el área de práctica donde está desarrollando su carrera? ¿Por qué decidió esa especialidad frente a otras?

—Desde mis primeros años en la universidad, tuve la seguridad de que el derecho civil sería mi especialidad. Me formé bajo la guía del reconocido civilista Mario Castillo Freyre. A él le agradezco todas sus enseñanzas.

Mi vinculación con el derecho civil, al principio, estuvo orientada a la asesoría en temas contractuales y de responsabilidad civil, operaciones inmobiliarias, etcétera. Sin embargo, advertí que un civilista también tiene mucho que aportar en un litigio. Gradualmente lo fui involucrando en mi práctica profesional.

Siempre me interesó encontrar soluciones para escenarios que parecen difíciles o imposibles. El derecho civil, los litigios (judiciales y arbitrales), la consultoría y la academia me lo han permitido. Nací para ser civilista.

—¿En qué aspectos ha cambiado su visión de la profesión legal desde que egresara de la universidad hasta este momento? ¿Es trabajar en una firma tal y como lo imaginaba cuando era estudiante?

—No ha cambiado mucho. En esencia, sigo considerando que el derecho, entre otros, es un importante instrumento de solución de conflictos. Cuando formas parte de una firma que, justamente, se especializa en litigios, te sientes motivado por lo que se hace. Todo se convierte en un continuo aprendizaje.

Tener un contacto directo con los clientes resulta positivo. Saber que después de una reunión ya no tienen la misma preocupación es estupendo. Los abogados debemos ser agentes de tranquilidad y seguridad para el cliente. Siempre debes estar activo. El estudio ayuda a superar lo que uno se imagina cuando es estudiante.

—¿Cuáles son sus metas en el despacho para el que trabaja en este momento?

—En principio, seguir contribuyendo a la consolidación de Rodríguez Angobaldo Abogados como boutique líder en litigios. Ello implica, entre otros, continuar patrocinando procesos (judiciales y arbitrales) y consultorías cada vez más complejas.

Un abogado debe, tanto dentro como fuera de la oficina, desarrollar labores que generen valor a la firma. Considero que el estudio brinda interesantes posibilidades de promoción profesional interna. Los socios tienen claro que el tema generacional es necesario, y eso es un estímulo para continuar haciendo muy bien las cosas.

—¿Cuáles son sus herramientas de tecnología legal favoritas? ¿Cómo le ayudan en el desempeño de su trabajo?

—Son varias las aplicaciones de software que, desde una portátil, iPad o celular, se han convertido en una herramienta fundamental. Entre ellas tenemos los programas para el monitoreo de expedientes, la búsqueda de jurisprudencia —nacional y extranjera— y el intercambio de información dentro de la firma, entre otros. Lo importante es obtener el mayor provecho de toda la tecnología disponible, marchar a su ritmo. Nos permite optimizar tiempos y recursos, una comunicación efectiva con nuestros clientes y la colaboración constante entre todos los integrantes de nuestro equipo.

—¿Qué sinergias se pueden producir entre el abogado latinoamericano y el abogado anglosajón? ¿Qué tiene uno que aprender del otro?

—Una de las diferencias radica en que el abogado latinoamericano, desde el civil law, opera con un método deductivo. Es decir, parte de lo general y abstracto (normas jurídicas) para luego descender a una decisión específica. Por el contrario, en el common law el razonamiento resulta inductivo, toda vez que a partir de situaciones concretas se formula un principio general, el cual constituye un precedente (stare decisis).

No obstante, debido a los denominados “trasplantes jurídicos”, no solo debemos conocer el common law, sino también otros sistemas de nuestra misma tradición, como son el italiano, francés, alemán y español, entre otros. El ejercicio profesional y la continua formación académica nos demuestran que muchas controversias o incertidumbres ya fueron discutidas décadas atrás.

El derecho comparado, según Alan Watson, no tiene un fin en sí mismo, sino que busca la mejora de un sistema jurídico a partir del conocimiento de las reglas y estructura de otro sistema. Es por ello que el estudio y aplicación del derecho comparado constituye un imperativo para todo abogado.

—¿Qué habilidades que no se aprenden en la escuela de Derecho necesita el abogado de hoy?

—Es un grave error considerar que la formación académica se limita a la mera recepción de información sobre leyes, jurisprudencia y doctrina. Mi condición de estudiante y, ahora también, docente, me demostró que eso no es posible. Las escuelas de Derecho, difícilmente, nos formulan una mirada crítica de las instituciones jurídicas. No se enseña a cuestionar, siempre con respeto, lo que alguien ha dicho o escrito. El pensamiento crítico es fundamental en un abogado.

Las escuelas de Derecho —aunque algunas ya lo vienen haciendo— deberían enseñar el manejo de habilidades blandas. La formación académica de un abogado debe canalizarse a través de diversas destrezas legales, que impliquen creatividad y, sobre todo, buena comunicación. Como indica F. Lee Bailey, la capacidad de usar el lenguaje —verbal o escrito— de manera efectiva es de vital importancia para un litigante.

—Por último, ¿qué es lo que más une y lo que más separa a su generación de la de socios en la firma? ¿Qué opina de la mentoría? ¿Hay algún abogado o abogada que actualmente considere como su mentor o referente en la profesión?

—Lo que más nos une con los socios, indudablemente, es el compromiso integral y la atención de calidad para con nuestros clientes. Lo que más nos separa es la sólida experiencia y consolidación académica que, por los años dedicados a la profesión, cada uno de ellos ha acumulado y convertido en un intangible invaluable.

La mentoría en ese contexto es fundamental. Permite la transferencia de un “saber hacer”, que es la experiencia, y permite generar una interesante sinergia generacional

En la profesión tengo como guía a Enrique Varsi Rospigliosi, civilista nato, excelente abogado, profesor, investigador y gran amigo. En los litigios considero referente a Jaime Heredia Tamayo, líder del equipo donde me desempeño, brillante procesalista, profesor, consejero, y una admirable persona.

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