Cecilia Mairal es socia de Marval, O’Farrell & Mairal desde hace ya casi 20 años. Comenzó su carrera cuando el estudio llevaba solo el nombre de Marval, época en la que pensó que se dedicaría a la práctica del área de Propiedad Intelectual. Su paso por Estados Unidos fue determinante para tomar el camino de banca y finanzas. Argentina y la intensidad de sus crisis la obligaron a ejecutar su papel de abogada en una constante de renovarse o morir.
Hablamos con ella para la serie Rompiendo moldes sobre la apertura del marco regulatorio en Argentina, el impacto de Harvard en su carrera y su involucramiento en programas de género y diversidad.
¿Cuál es su carta de presentación como abogada?
Me gradué en Argentina y trabajé un año y medio en Marval. De ahí me fui a estudiar a Harvard. Cuando terminé mi maestría empezó el boom del mercado de capitales en Argentina y América Latina en general, a principios de los 90. Me contrataron para trabajar en Linklaters, un año en Londres y un año en Nueva York. Mi marido, que siempre ha sido mi mayor fan, me apoyó en todo. Estuvimos casi dos años en Nueva York.
En 1994 volví a Marval, en Argentina. Ya desde el 92 se llamaba Marval, O’Farrell & Mairal, porque mi padre se había separado de su socio Klein. Yo me había iniciado en Marval para hacer una carrera independiente, jamás pensé que terminaría trabajando con mi padre. Resulta que se separó de su socio y montó su equipo de M&A con Marval, pasando a ser Marval, O’Farrell & Mairal. Lo cierto es que nos llevamos muy bien y cada uno hace cosas diferentes. Me dediqué a hacer todo el tema de reestructuración y emisión de deuda, préstamo sindicado, etc.
Después vino lo que vino, Argentina se aisló bastante, pero seguí trabajando en las finanzas del sector corporativo. En conclusión, estoy muy contenta con mi carrera. Para mí venir a trabajar a este lugar todos los días es un privilegio.
Cuando mira atrás y hace una valoración de lo que ha andado hasta ahora en su carrera ¿qué experiencias y qué personas han tenido mayor impacto en lo personal y lo laboral?
En lo personal fue una combinación de personas siempre. Mi madre fue una inspiración maravillosa. Me transmitió que si uno le pone fuerzas, ganas y pasión, las cosas se logran. Ella era asistente social, no tenía el perfil de una mujer ejecutiva de empresa. Pero me transmitió un empoderamiento enorme. Eso se completó con el rol de mi padre. Es un maravilloso abogado y un tipo súper inteligente. Me crió siempre sin fijarse si yo era hombre o mujer. A pesar de que él jamás hablaba de trabajo, para mí fue una influencia, porque yo me daba cuenta de que él amaba lo que hacía. En lo emocional mi suegra siempre me incentivó, me dijo que apostara por mi carrera. Mis hijos y mi marido también me han inspirado mucho, cuando llego a casa, con ellos pongo los pies sobre la tierra.
En lo laboral, tuve grandes mentores. Julio Fernández Moujan, quien me hizo sentir lo que eran los valores de Marval: la ética, trabajar en equipo y romperse el alma con los clientes. El socio con el que trabajé en Nueva York —en Linklaters— Caird Forbes-Cockell, es un tipo impresionante. También menciono a Juan Cambiaso (lideraba el equipo de Banking y Mercado de Capitales cuando volví a Marval), un tipo que siempre miró la carrera como algo a largo plazo. Me hicieron socia y tuve otro hijo, cosa que en otras épocas habría sido impensable. Era gente con mente abierta. Y por supuesto mi equipo. Sin ellos no podría haber llegado hasta aquí. Cuento con mis socias y mis socios para todo.
Usted forma parte del Harvard Club de la República Argentina. ¿Qué supone para una abogada haber pasado por una institución como Harvard y cómo contribuyen al mundo académico y la profesión perteneciendo hoy día a este club desde Argentina?
La experiencia en Harvard fue maravillosa. Éramos 150 estudiantes de muchos países diferentes, con intereses muy distintos y ganas de ejercer la profesión de forma diferente. Eso enriquece enormemente y haces amigos para toda la vida. Estamos conectados en lo afectivo y lo profesional. Tenemos gente de muy alto perfil, trabajando para empresas como Spotify, IBM, organizaciones como UNICEF, jueces, incluso gente que está en política. Es una red de contención maravillosa e intelectualmente fantástica.
Lo que Harvard tiene en Argentina, que me encanta, es que hacemos encuentros multidisciplinarios. Creo que ha sido importante en el desarrollo de muchos sectores empresariales con muy distintos perfiles. Siempre ha sido un lugar muy abierto. Hay clubs en los que todo el mundo opina lo mismo, aquí siempre hay un intercambio de ideas con todo tipo de posiciones. También tenemos un fondo donde reunimos donaciones para pagar becas y que buenos estudiantes puedan ir a Harvard.
De no haber sido abogada ¿Qué otra profesión cree que habría desempeñado con éxito y pasión?
Me encantaba estudiar Filosofía y Literatura. Lo que pasa es que soy muy de hacer, no soy muy contemplativa. Me gustaba estudiarlo e interpretarlo, pero no me imaginaba en la vida académica.
Me encantan los vínculos humanos, leo mucho sobre psicoanálisis, pero también es más solitario y yo soy muy práctica. Claro que, viste que ahora también hay más formas de ejercer esas profesiones, sin necesidad de estar sentada en un consultorio one to one. El marketing por ejemplo me encanta, me gusta vender, quizá habría sido buena desarrollando estrategias creativas.
¿Qué es lo más satisfactorio y lo más frustrante de ejercer el Derecho Bancario y Financiero en Argentina?
Lo más frustrante es que hasta hace poco teníamos un marco regulatorio que hacía impensable la inversión y el crecimiento. Pasamos 12 años con un régimen que aisló a la Argentina. Eso fue muy frustrante. Desde el punto de vista estrictamente profesional fueron años muy desafiantes y aprendí mucho. Cuando las cosas salen mal es cuando uno se sienta realmente a leer lo que dice un contrato. Cuando las cosas salen bien y el contrato se cumple, uno lo deja en el cajón. Pero cuando se tambalean hay que renegociar todo.
Después pasó esa crisis y entramos en el aislacionismo. Se cerró la economía con el control de cambios. Nada se podía reestructurar, el marco regulatorio no dejaba que las empresas crecieran, por lo que no había un sector financiero. Ahora no hay más controles de cambio y el marco regulatorio se está haciendo más amigable. En lo económico, el país todavía se está recuperando.
Lo más satisfactorio es que disfruto mucho estando cerca de los clientes y ayudándolos a resolver problemas. Tuve la suerte de poder acompañar a clientes que tenían un interés en Argentina muy importante. Además, tengo un equipo de lujo y nunca me siento sola.
Próximamente se celebrarán las 30º Jornadas de Derecho Bancario del Comité de Abogados de Bancos en Ciudad de Rosario. La agenda de estas jornadas incluye paneles sobre crecimiento sostenible para Argentina y Financiamiento en lo que llaman “contexto de desinflación”. ¿Se está consolidando en realidad el proceso de desinflación? ¿Cómo se refleja todo este debate en las operaciones de financiamiento?
Este proceso está, los índices más recientes muestran un avance en la economía. Obviamente si las tasas no son mejores que la inflación, nadie invierte. La inversión que había empezado había sido más en productos financieros. Pero lo que queremos es atraer inversión en proyectos concretos para la economía, sobre todo en infraestructura.
En este último año se ha incrementado el contacto con los organismos multilaterales. Tenemos una regulación nueva de asociaciones público - privadas, las expectativas son muy grandes. Hemos visto también una explosión en inversión en energías renovables.
El Gobierno se está encargando de que los cambios sean graduales. Los costos aquí son muy altos, por lo que es difícil ser competitivo. Eso se está intentando disminuir de manera que la población lo sufra con gradualidad.
En esta misma línea, ¿cuáles son los riesgos más temidos por entidades públicas y privadas que requieren asesoramiento en las operaciones de financiación?
Siempre hay un cierto temor, aunque el riesgo es más político. Recientemente hubo elecciones primarias. Se combinaron las vacaciones de invierno en Argentina con las de verano en Europa, más el miedo a qué iba a pasar en esa elección. Hubo un parón importante. Después de eso, donde al Gobierno le fue muy bien, creemos que el resultado de esas primarias ayudó a despejar el miedo de que Argentina volviera al populismo.
En cuanto a los riesgos, los contratos en Argentina todavía tienen una cláusula que prevé qué pasa si el día del pago no puedes comprar moneda extranjera. Eso es histórico en Argentina, pero siempre hay un mecanismo por el cual puedes terminar pagando en la moneda que pactaste.
Otro desafío es la devaluación ¿Cuál es el valor que debería tener nuestra moneda? Siempre hay una tensión entre la industria y los exportadores. Mucha gente no se decide a invertir o endeudarse por ello. El costo laboral también es un tema muy presente para los que quieren invertir en proyectos grandes. Ahora se están haciendo acuerdos sectoriales.
Las firmas de abogados han tenido que abrir áreas de práctica que están todavía desarrollándose, como las de Derecho Medioambiental o Derecho Digital, para poder ofrecer esos servicios completos que demandan los clientes ¿En qué áreas han tenido que potenciar ustedes la capacitación de la plantilla para modernizarse?
Tenemos un departamento multidisciplinario de tecnología. Tenemos socios de todas las áreas. Somos una firma que tiene en el ADN la propiedad intelectual, por lo que tenemos un departamento muy potente de patentes y derechos de autor. La tecnología es algo que impactó al sector bancario, financiero y corporativo.
Tenemos todo un departamento compuesto por socios de todas las áreas, incluso del área de impuestos. La tecnología ha traído muchos desafíos por cómo se tributa. La ley se rige por dónde está una jurisdicción, entonces ¿dónde está la nube? ¿qué ley rige a la nube? ¿qué impuestos se le aplican? El tema es apasionante. Incluso en las áreas de litigio la tecnología tiene un impacto. Hay que ver qué pruebas se respetan, cómo se entienden en unos países y en otros. También crecimos mucho en temas de cumplimiento de la norma – compliance.
Según he podido contar en la página web de Marval, la firma tiene un total de 59 socios, de los cuales solo 6 son mujeres. Es socia de desde el año 1998 ¿Cuáles han sido los cambios más revolucionarios para aumentar el número de socias y retener el talento?
En realidad somos justo 60 socios. Se retiró Patricia López Aufranc, que se quedó como Consultora. Lástima que ahora somos solo cinco socias. El tema diversidad me apasiona, por lo que hemos creado un Comité.
Respecto a los cambios, en esto siempre estuvimos pensando Iris Quadrio y yo. Somos socias y siempre hemos ayudado en las políticas de flexitime. Eso empezó en los años 90, pero después nos dimos cuenta de que aquello no alcanzaba. La carrera en los estudios se fue alargando. Al alargarse la carrera, crecen los incentivos para que las mujeres prefieran el mundo de la empresa. Vimos que se nos iban más mujeres que hombres. También ocurre que las generaciones más jóvenes se van mucho a las empresas, por lo que es un desafío no solo con las mujeres, sino a nivel generacional. En nuestra plantilla hay una proporción enorme de abogadas mujeres, casi un 60 por ciento. Es claro que queremos tener más candidatas a socias.
En las entrevistas el feedback siempre ha sido muy bueno, pero caímos en que había que hacer más coaching. Las mujeres tendemos a aceptar muchas responsabilidades. Eso está muy bien, pero también hay que saber levantar la cabeza y mirar a largo plazo. Estoy generalizando y no hay que generalizar, pero sí vemos que hay que hacer ese coaching sobre todo para empoderar. Incluso tenemos un montón de abogados hombres que se muestran interesados en nuestros talleres del programa Empoderar. Hay señales que nos muestran autolimitaciones y barreras culturales que ponen de relevo cosas que hay que trabajar.
Recién introdujimos una jornada de trabajo flexible, para mujeres pero también para hombres con hijos pequeños. Comprendimos que el cambio real es que el hombre se quede también, para que su mujer pueda progresar y seguir trabajando. Para que la mujer no sea siempre vista como la que pide permisos. Por otro lado, la tecnología nos lleva tanto tiempo que hace que esa enseñanza de liderazgo informal se pierda. El programa fue buenísimo porque nos acercó mucho y ahora todas conocemos nuestras historias.
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