La industria del café en Panamá, ¿por qué hay límites a la importación por tercer año consecutivo?

Los caficultores panameños se han especializado en la variedad geisha./ Tomada de web de SCAP.
Los caficultores panameños se han especializado en la variedad geisha./ Tomada de web de SCAP.
El gobierno panameño busca con esta medida estimular la producción de café de bajura.
Fecha de publicación: 03/05/2024

Un rápido aumento en las importaciones de café tostado en detrimento de la producción nacional llevó al gobierno panameño a decretar, en 2021, medidas de protección para el rubro, limitando por seis meses las compras externas de grano tostado, medida que, de temporal, se ha convertido en estructural, pues ya suma su tercer año de vigencia.

Esto ocurre en paralelo a la progresiva caída de la cosecha nacional, que hasta 2010 satisfizo casi en su totalidad la demanda de los consumidores panameños, pero que, desde entonces, ha venido en franco retroceso debido, por un lado, a un vuelco en las condiciones de cultivo, y por otro, a las mismas circunstancias climáticas que han afectado el tránsito por el Canal, la más importante vía interoceánica del hemisferio occidental.

La coyuntural situación, no obstante, ha sido tomada por algunos comerciantes como una oportunidad para sacar provecho a las importaciones de café, una práctica que ya se ha visto en otros países de la región y que ha derivado en la quiebra de un importante número de agroproductores que, por generaciones, han hecho de América Latina la despensa mundial de café.


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Cosecha insuficiente

Aunque con tierras y clima idóneo para el cultivo, Panamá nunca despuntó como un gran productor de café, como sí lo han hecho desde tiempos coloniales sus vecinos del centro y sur de América. Pese a ello, unas 90.000 personas se dedican a este cultivo, que hoy representa cerca del 0,4 % del PIB panameño.

Por sus características geográficas y de altitud, la producción histórica en el país no ha sido constante, alcanzado picos en los que la zafra superó hasta en 100 % la recolección de años de mala cosecha. De esta manera, los períodos en alza compensan los bajos rendimientos, permitiendo el equilibrio entre oferta y demanda.

La situación comenzó a complicarse a partir de 2010. Hasta ese año, Panamá importaba solo unas 500 toneladas de café tostado para compensar lo que no abastecía la cosecha local. A esto se suma la llegada al país de grandes cadenas mundiales comercializadoras, así como la introducción de nuevas variantes de consumo (instantáneo, descafeinado, etc.).

Al asegurar que el cambio climático es parte de un ciclo terrestre tendente a aumentar la temperatura que -inexorablemente- afectará la agricultura, Plinio Ruiz, productor y expresidente de la Asociación de Cafés Especiales de Panamá (SCAP), afirma que el problema se agrava cuando, desde el gobierno, se aplica un control de precio que no toma en cuenta las variantes productivas de cada país.

“Si hay abundancia de producto, el precio es menor, pero si este escasea, el precio sube. Ahora bien, si en medio de la escasez la economía centralizada trata de ejercer un control de precio, deja de ser negocio el producir porque no se tiene una tasa de retorno... Este ha sido el problema de la caficultura en toda Latinoamérica”, dice.


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Cuando limitar es necesario

Con una producción en caída, adquirir café foráneo se hizo necesario. No obstante, las malas praxis en torno al negocio no tardaron en aparecer, al punto de que las importaciones superaron en casi 60 % las necesidades reales del mercado, según comunicados oficiales emitidos a propósito de la aplicación de medidas especiales en 2021.

La principal de estas medidas fue el Decreto No. 5 de 30 de marzo de ese año, que estableció un régimen de licencias no automáticas a las actividades de importación y comercialización de café tostado, originario y procedente de cualquier país. Con estos permisos fueron limitadas, por seis meses, las compras foráneas de café a una cantidad determinada (poco más de 291.000 kilos por semestre), medida que ha sido prorrogada y que estará vigente, al menos, hasta octubre de este año.

Desde la sede en Panamá de la firma internacional Arias, la asociada Paula Vives explica que se trata de medidas no arancelarias que adoptan los gobiernos para aumentar el costo de las importaciones de forma análoga a como lo hacen las medidas arancelarias.

“Esto es considerado como una práctica común y sirve para proteger algún sector productivo nacional frente a la competencia comercial extranjera”, dice.

Estas licencias se aplican a las importaciones desde cualquier país con el que Panamá no tenga acuerdo comercial. La más reciente renovación del decreto estipula que el volumen total de todas las licencias no automáticas expedidas se mantiene en 291.178 kilos, la cantidad máxima a importar.

De ese total, 90 % es asignado a “los importadores históricos que documenten importaciones de café tostado durante los años 2016, 2017 y 2018, teniendo en cuenta la utilización de niveles asignados durante la vigencia del decreto. El 10 % restante se asignará a importadores nuevos”.

Antes de este decreto, en 2020 el gobierno panameño había establecido una disposición que modificó el arancel de importación del café tostado que pasó de 54 % a 60 %, mientras que del café soluble subió de 10 % a 81 %. Esta medida arancelaria fue reforzada un año después con las licencias no automáticas.

"Se puede traer café fuera del régimen de licencias no autorizadas, pero la tasa impositiva es sumamente alta y hace prácticamente inviable la importación", comenta Plinio Ruiz. 


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Algunas consecuencias

Al señalar el objetivo primario de la implementación del régimen de licencias no automáticas, el productor de café es tajante al asegurar que buscan luchar contra las grandes marcas que dominan los mercados internacionales del café, tanto en lo concerniente al comercio como a la distribución al detal, entre ellas Nestlé, Unilever, Starbucks, etc.

“Tenemos un mercado abierto donde se puede vender cualquier marca y eso es una ventaja porque deja claro cómo podemos saber qué está ofreciendo la competencia y cómo podemos competir los productores locales”, afirma.

El Ministerio de Comercio e Industrias (MICI), por su parte, señala que entre los efectos de estas medidas sobre la comercialización están:  

  • Contrarrestar conductas de incumplimiento de las normas nacionales de salud pública, que se han detectado en la comercialización del café tostado, lo que es una competencia desleal de las importaciones frente al rubro nacional.
  • Limitar el ritmo creciente de las importaciones de café tostado.
  • Propiciar el inicio de condiciones normales de mercado para la comercialización del café tostado nacional.
  • Ha permitido la entrada al mercado doméstico de nuevas marcas de café tostado panameño.

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Un nuevo enfoque

Las peculiaridades en las condiciones de producción que se han dado en Panamá en las últimas décadas han generado como resultado un cambio en el enfoque de la producción. De allí que, ante la caída del cultivo de café convencional (tipo robusta), los caficultores han destinado sus esfuerzos a cosechar variedades de especialidad mejor pagadas en los mercados internacionales.

De hecho, así como la cepa malbec es hoy la joya de la corona vitivinícola de Argentina, la variante ‘geisha’ se ha convertido en el summum de la caficultura panameña, permitiendo que el país ingresara con honores al mercado de lujo cafetero, especialmente en Asia. 

Y vaya que ha entrado por la puerta grande: en agosto pasado el país logró un nuevo récord, al comercializar en 10.000 dólares el kilo de geisha, alcanzado en la venta de un lote de 25 kilos adquirido por un importador de Nueva Zelanda. 

Este nuevo enfoque trajo como consecuencia que el país abandonara el comercio en las bolsas de valores y se enfocara en la “puntuación por taza”, una metodología basada en la calidad, de acuerdo con parámetros mundialmente establecidos para los cafés de especialidad. 


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Volver al origen

Ahora bien, la estrategia del gobierno panameño busca estimular el cultivo de especies más comerciales –como robusta–, lo que según Ruiz llegará, pero bajo condiciones muy particulares.

“No tenemos, como otros países, grandes extensiones de terreno, así que la producción será en pequeñas parcelas para producir robusta mecanizado y poder competir con cafés comerciales de otros países”.

En este sentido, desde Arias - Panamá, Paula Vives recuerda que la Ley No. 326 de 2022 establece medidas para incentivar el desarrollo del rubro al establecer las bases que ofrezcan beneficios financieros al productor, el mejoramiento de la calidad del producto, una producción eficiente con buenas prácticas de manejo del cultivo y el incentivo a la producción a través del aumento y la renovación de plantaciones de café, principalmente el café de bajura, adecuado a la altitud del país.

La iniciativa legal prevé que podrán ser beneficiarios los pequeños y medianos productores, cooperativas, asociaciones rurales y organizaciones de base comunitaria que se dediquen a la producción, comercialización y/o industrialización del café. Los beneficiarios podrán optar por recibir préstamos blandos o con facilidades de pago, así como asistencia financiera directa no reembolsable por una sola vez.

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