Mariela del Carmen Caparrós: “En Argentina hace falta ser abogada todoterreno”

Mariela del Carmen Caparrós: “En Argentina hace falta ser abogada todoterreno”
Mariela del Carmen Caparrós: “En Argentina hace falta ser abogada todoterreno”
Fecha de publicación: 11/07/2018
Etiquetas: rompiendo moldes

Mariela del Carmen Caparrós es socia y fundadora de Wiener Soto Caparrós (WSC), un bufete argentino con vocación por lo internacional y la diversidad. Esta abogada argentina fundó la firma junto a Gonzalo Soto y Laurence P. Wiener apenas en el 2010. Multicultural y multijurisdiccional, WSC es una especie de “bicho raro” en el sector legal que quiere ofrecer una asesoría jurídica transversal y capaz de saber cómo piensa tanto un abogado de São Paulo como uno de Nueva York.

Hablamos con ella en la serie Rompiendo Moldes

Mariela del Carmen Caparrós Mariela del Carmen Caparrós

¿Cuál es su carta de presentación como abogada?

— Me defino como una abogada corporativa, dedicada 100% a la problemática empresarial y con foco en las empresas internacionales presentes en la Argentina o que quieren entrar en el país.

Tengo un importante bagaje en antitrust, pero la dinámica del mercado argentino hace que una no se pueda especializar en un área tan específica. El mercado no es tan grande y de cara a los clientes - teniendo en cuenta los vaivenes del país - una tiene que ser una abogada todoterreno.

Cuando mira atrás y hace una valoración de lo que ha andado hasta ahora en su carrera, ¿qué experiencias y qué personas han tenido mayor impacto en lo personal y lo laboral?

— Me he cruzado por suerte con muy buenos profesionales siempre. Cuando me gradué en el 98 era muy jovencita, tenía 22 años. A esa edad lo normal era ser paralegal, pero yo ya era abogada. Tuve la suerte de entrar en un bufete de la vieja escuela. Entré en un estudio que era muy grande, lo cual me permitió formarme con gente de mucha experiencia y con mucha capacidad.

Después de varios años tuve la posibilidad de trabajar más con gente de mi misma generación, con muy buenos profesionales también, gente con el interés de llevar a la profesión un paso más hacia los negocios. Tuve la suerte de conocer a mis dos socios y en el 2010 formar este estudio, con todo lo bueno de lo tradicional y el valor agregado de lo moderno. A Gonzalo Soto lo conocí nada más graduarme, mientras que a Laurence P. Wiener lo conocí en el 2001. Trabajamos juntos hasta el 2010. Forjamos una fuerte amistad y relación profesional, hasta que formamos nuestro propio estudio. Obviamente eso me marcó.

En lo personal, destaco a dos personas. Mi madre ha sido fundamental. Ha dado todo, tanto por mí como por mi hermano, apoyándonos siempre. El otro obviamente es mi marido, que ha tenido un rol muy importante. Cuando yo le conocí ya era abogada, pero él creyó en mí y me animó a dar el gran salto para crear mi propio estudio. Yo sabía que podía, pero siempre hay incertidumbres. Él fue una gran ayuda para tomar esa decisión.

De no haber sido abogada, ¿qué otra profesión cree que habría desempeñado con éxito y pasión?

— Me gustó siempre la parte internacional. Creo que le pasa a todo el mundo. El inglés me apasionaba desde muy chica y mis padres siempre han tenido vocación de viajar mucho. Siempre me atrajeron las otras culturas y formas de hacer las cosas.

Me atraían mucho el tema diplomático y las relaciones comerciales. Cuando empecé a estudiar, la carrera diplomática era algo muy específico. Pensé en primero hacer Derecho y después continuar con la carrera diplomática. Pero me recibí y comencé a trabajar para empresas internacionales, lo cual ya cubría ese interés y curiosidad que yo tenía por lo internacional. Así que ahí me quedé.

¿Qué es lo más satisfactorio y lo más frustrante de ejercer el Derecho Corporativo en Argentina?

— Lo más satisfactorio son las relaciones que uno genera con los clientes. Sentir la satisfacción de poder ayudar a un cliente para que le vaya bien en sus negocios. Crear relaciones de confianza durante años y que te consulten cosas, no solo como abogada. Eso, claramente, es lo mejor de la profesión.

La contraparte es que Argentina no es un país fácil para hacer negocios. Soy abogada desde hace 20 años, con lo cual, he visto de todo. Es un país que ha sufrido vaivenes. Ha habido muchas épocas de pocas previsibilidad, muchos cambios, lo cual obviamente no favorece un clima de negocios. Hay cosas que son muy difíciles de explicar a un cliente que no conozca el país. Parece que ahora las cosas se vayan normalizando y vayamos camino de ser un país más razonable.

Usted se graduó a finales de los años 90. ¿Cuáles han sido, en su opinión, los cambios más impactantes en la profesión hasta este 2018? ¿Qué situaciones le hubiesen parecido impensables en su carrera si alguien le hubiese podido adelantar cómo iba a evolucionar el sector de las firmas legales?

— La verdad es que todo ha cambiado mucho. Cuando yo arranqué en el 98, recién teníamos email. Todavía existía el fax y era todo mucho más lento. Me imagino que si yo volviera en el tiempo para observar lo que tenemos desde el 98, me asombraría la velocidad y la vorágine con la que se mueve el mundo del Derecho y de los negocios en general. En esa época el cliente te mandaba una consulta por fax y nosotros mandábamos análisis muy largos. No había buscadores online, había que ir a la biblioteca, coger los tomos de jurisprudencia y pasar allí horas y horas.

Obviamente, hoy en día nada de eso existe. Hay mucha más información, lo que hace que la profesión en ese sentido sea mucho más sencilla. Yo creo que la profundidad y calidad del trabajo sigue siendo la misma, pero el formato es otro.

Tenemos entendido que Wiener Soto Caparrós es una firma con un perfil poco habitual. Es un escritorio basado en Buenos Aires, pero donde un socio es americano, hay otro abogado americano trabajando, un francés, dos brasileñas y una abogada argentina desde Washington. ¿Qué tan local e internacional es su trabajo?

— Te diría que casi en su totalidad es internacional. Tenemos algún cliente que es argentino, pero son los que menos. Nuestro foco es la posibilidad de que haya abogados de distintas jurisdicciones, que sepan cómo piensa un abogado en París, otro en Río, en São Paulo o en Nueva York. Que entiendan y que puedan saltar el puente entre lo que es el Derecho anglosajón y el Derecho latino. No solo desde la barrera del idioma, que obviamente es importante, sino saber transmitir los conceptos. Eso nos hace un “bicho raro”, una cosa única en el mercado.

En el trabajo diario la diversidad te enriquece, en lo humano, en el grupo y en lo profesional. Eso es muy interesante. Tenemos muchos pasantes de universidades americanas. Este año tuvimos un pasante de Nueva Zelanda por cuatro meses. Viven aquí, conocen el estudio…es un clima muy enriquecedor.

El sector financiero de Argentina está atravesando muchos cambios y las firmas se preparan para grandes cambios en el sector financiero con la aprobación de la ley de Financiamiento Productivo. ¿Ha habido cambios en su firma para fortalecer aquellas áreas que dependan de este sector?

— En este sector en concreto no hubo cambios porque ya tenemos gente con mucha experiencia. Tanto Laurence como yo venimos con un bagaje financiero amplio de los 90 y los 2000. Tenemos el conocimiento de trabajar en el mercado de capitales. Sí hemos fortalecido otras áreas que están creciendo mucho, como por ejemplo la de Medioambiente. Está trabajando con nosotros una abogada argentina que estuvo muchos años en EE.UU., donde están mucho más adelantados. Estamos armando toda esa práctica.

María Sánchez Bustamante está en Washington, con toda la parte de aviación. Ahora que se vienen las políticas de cielos abiertos todo está cambiando.

También estamos trabajando en fortalecer - aunque todavía no está oficializado - el tema de las nuevas tecnologías con un abogado especialista, para abordar las cuestiones de las startups, el RGPD, etcétera. La parte financiera es la más fuerte porque nosotros mismos tenemos mucha experiencia.

¿Cómo valora el clima de confianza de los inversores internacionales hacia la economía argentina tras el préstamo que ha pedido el Gobierno al FMI? ¿Cree que se muestran ahora más conservadores o cautelosos?

— Yo creo que muchos inversores dejaron de estar en Argentina por el contexto internacional. Es decir, por la suba de tasas en EE.UU. y la contracción de los recursos. Eso, por un lado, impactó claramente a la Argentina. Al dejar de tener financiamiento externo salió a buscar el préstamo del FMI. Dicho esto, ha habido señales del exterior, con la calificación de país emergente y los nuevos bonos que ha ido colocando el Gobierno.

Yo creo que sí hay confianza. Sí hay una turbulencia todavía interna, de los mismos argentinos sobre el futuro de la economía. El Gobierno claramente tiene un problema. No está logrando dominar la inflación, que es un punto esencial. Pero creo que esto es producto de una herencia de arrastre que no es nada sencilla de solucionar, fruto de la anterior Administración. Quizás el Gobierno no supo explicar esto bien.

Creo que vamos en el camino correcto, aunque se vaya a tardar más de lo que todos pensábamos. Pero los inversores, con pies de plomo, están acompañando el proceso.

Usted ha participado del capítulo Women In The Profession del Vance Center. ¿Puede contarnos cuáles son las prioridades del programa en Argentina? ¿Cómo contribuye esta participación a promover la presencia de la mujer en el sector legal argentino?

— Estoy obviamente involucrada como mujer. Por mi historia personal me interesa y lo estoy siguiendo muchísimo.

Estuve en Londres en la reunión que se hace de abogadas de todo el mundo, para interna y externamente lograr mejoras en el ejercicio de la profesión para las mujeres. Charlando con abogadas de todo el mundo, me sorprendió que la problemática es la misma en todas partes. Que no es que en Argentina estemos más atrás en lograr la diversidad y la apertura. Creo que el país ha avanzado mucho y que los desafíos que tiene en este tema, son los mismos que hay a nivel global: principalmente la disparidad de ganancias y llegar a posiciones de poder, tanto en los estudios como en las empresas. También está muy presente la eterna lucha en términos de productividad media por horas presenciales. Por ahí un hombre tiene más horas presenciales, pero menos productividad real. La cuestión es cómo hacer para evaluar eso, ya que ese es el análisis que normalmente hacen los estudios jurídicos.

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